Reyes Aguilar @oncereyes Soy una bética que no acostumbra a hacer previa y que hoy, excepcionalmente, la ha hecho estrenando además, una bufanda a rayas verdes y blancas que un inglés me ha regalado, la cual he tuneado con un escudo indultado de uno de los muchos chandals que mis hijos han tenido. No acostumbro a ir al Betis ni con bufanda ni con camiseta, salvo en aquellas ocasiones en las que es imprescindible una media etiqueta. Solo cumplo un ritual; llegar en bici, amarrarla en el bicicletero del monumento a la Afición y desde ahí, esperar a mi padre que ya llega directamente para entrar al Villamarín. Atrás se quedaron aquellas tardes de futbolín en Avelino y aquellos post partidos en la Viña, donde Esteban nos despedía dejando una avenida de Reina Mercedes envuelta en un paradojico silencio de todavía, domingo de partido. Me gusta observar a la gente, mirarles a los ojos y jugar a adivinar qué Betis me espera, como la emoción de la pareja mayor que camina despacio, ella agarrada del brazo de él y él, llevando las almohadillas verdes para los asientos de los dos. Pasos lentos y toda una vida de Betis tras sus ojos, y pasos lentos y toda una vida de Betis ante los ojos del niño que lo mira todo sentado en los hombros de su padre. En el recorrido hasta el Cástulo, me cruzo con Enrique y su sabiduría, los béticos de Galaroza, los de Aracena, los de la Calle Feria, la bohemia bética, los de las ondas radiofónicas o los Terceros o Bombita, el delegado, tan elegante, a quien saludo en la boca del aparcamiento. El Betis juega de David contra el todopoderoso Barcelona de Goliath, bajo la mirada de remanguillé que concede la picardía de tantos años sabiendo que el Betis a veces nadie lo conoce, sabemos que puede vestirse de él mismo y darnos una tarde gloriosa de pañuelos blancos o de todo lo contrario. Hay ambiente de ello, de anarquía, de que son las cosas del Betis, que diría aquel. Y ya en el Cástulo, los que andamos sin buscarnos, nos encontramos para reconocer en una letra del Sabina más bético y carnavalero el sueño de ver en el Olimpo de los dioses a su Majestad, el Real Betis Balompié, ¿por qué no? En soñar el bético no tiene límites, porque sabe que además, porque sí y manquepierda, pueden hacerse realidad. Por las escaleras de acceso, la Roma de intramuros me acompaña, ya somos dos más  los que nos sumamos a los cincuenta y tres mil a los que nos late el corazón mientras echa el balón a rodar al compás de una ranchera para una despedida. El niño Javier ya no llora porque el Betis no marca, ya empieza a conocerlo y a entenderlo, a pesar de su corta edad, nos meten dos a cero casi sin darnos cuenta y llega Isco a remediarlo, levantando los brazos al cielo y metiéndonos a todos dentro, pintando de verde y blanco su pedestal, en la gloria del Villamarín, donde quedarán los que han jugado con el corazón en las botas, en el pecho y en el alma, y es cuando suenan los versos de Pau Donés que a Rocío le asoman cuando el Betis marca, aquella que me ha llevado de previa con mi bufanda nueva y ha inspirado esta reflexión post cuatro a dos; “eso que tú me das es mucho más de lo que pido, todo lo que me das es lo que ahora necesito …” Si no conseguimos que el campo lo cante, tendremos nombre para una peña bética, la de las béticas que no hacen previa y que hoy, excepcionalmente, la hicieron para certificar que Isco, es de las mejores cosas que le han pasado al Betis en su centenaria historia.