Reyes Aguilar @oncereyes Cuando Soledad dice que después de sus tres hijos y su nieto, lo más grande es el Betis, sobra todo lo demás. Esta señora, con tres cifras de carnet, argumenta que al Betis no lo eliges, y que a donde vaya, sea donde sea, siempre habrá una ráfaga verde y blanca acompañándolo, inevitablemente. De sobra conocemos ese discurso, tan necesario siempre, toda una clase de Manquepierda del de verdad, bien entendido, de humildad, no de resignación, de trabajo, no de conformismo, de enfado, de alegría, de romper carnets y de ya no vengo más, a quien haya que explicarle qué significa nuestra idiosincrasia es que no sabe dónde está. No daré ejemplo de la clase de bética que soy, si sé lo que he vivido y lo que he sufrido y disfrutado no precisamente a partes iguales, y claro que me gusta que venga Mourinho, y el Manchester y el Chelsea, y soñar con ir con mi gente a vivir una final europea y no sufrir cuando vamos ganándole al Cádiz un viernes de Carnaval por dos goles a cero, pero más me gusta ganarle tres a dos al Barcelona por obra y gracia del CurroBetis, como hizo López en el 78 cuando casi se cae San Siro, soy de ese Betis que necesita una victoria para agarrarse a la permanencia y pierde, y que cuando se viene arriba, me vuelve loca de entusiasmo por unos días, siempre seguido de un sufrimiento intínseco, directamente proporcional a la posterior caída, como dice nuestra centenaria historia. Entiendo que la mayoría de la afición sueñe con un Betis ambicioso, competitivo, arrollador, poco menos que por donde pase no vuelva a crecer la hierba, como Atila, pero lo cierto y verdad es que tras tres años de una ilusión enorme, nuestros mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, que diría don Antonio Machado, se han ido diluyendo como pompas de jabón. Tres años de una ilusionante evolución frustrados, llámelo usted desilusión, decepción o milagro, que yo lo llamaré realidad, que es lo que vi cuando el Alavés nos eliminó de la Copa del Rey como tantas y tantas veces le ha pasado a este equipo durante su vida, y quien quiera ver otra cosa, en su derecho está. No le preguntaré a mi padre, también con tres números en el carnet, por los años en los que venía al campo en el tranvía, ni por los difíciles años de Tercera de los que han ido a Morón o a Utrera, ni por las innumerables penurias que han vivido los de la travesía en el desierto, tampoco le preguntaré a los que desde el polígono de San Pablo iban a Gol Sur andando, porque la escusa era que la bandera no cabía en el autobús, ni a los que falsificaban el carnet troquelado para cumplir al menos dos temporadas, los mismos años de juvenil. Ellos no necesitan ninguna aclaración de que tipo de Betis tenemos, defendemos y anhelamos, e insisto; no seré yo quien diga a nadie que tipo de Betis debe defender, faltaría más, si sé el Betis que yo defiendo, el que siempre resucita de todas sus muertes, el que gana cuando pierde, el que siempre juega en casa aunque juegue fuera, el que cuando cae, se levanta. Lo del jueves fue una gran decepción pero eso, también es el Betis.