Pablo Caballero Payán El Real Betis Balompié no termina de arrancar en este inicio de temporada que está generando más dudas negativas que certezas positivas. ¿Las causas? Varias y de diversa índole. ¿La solución? Paciencia y confianza en el trabajo de Manuel Pellegrini y su cuerpo técnico, pero sin pasar por alto las llamas de atención, las señales de alerta que se han producido hasta la fecha y que hacen, irremediablemente, que todos tengamos que tener las orejas tiesas.

Lo primero que habría que entender, interiorizar y asumir es que este Betis nada o poco tiene que ver con el del curso pasado o el glorioso 21-22. Este equipo es distinto, juega a otra cosa (de momento) y se está amoldando a una situación, nueva y distinta. Ya no están jugadores claves que fueron fundamentales para el éxito deportivo del plan de Pellegrini y en su lugar han llegado otros futbolistas con distintas cualidades y características a los que el preparador chileno tiene todavía que sacarles mucho jugo. Si recuerda, en parte, a la primera campaña que dirigió El Ingeniero al Real Betis, donde le costó unos meses que el equipo fuera fiable, mostrara regularidad y tuviera un patrón de juego muy reconocible. Esas tres cosas faltan ahora y existe un matiz importante con respecto a la situación de hace tres años: la urgencia por lograr un objetivo ambicioso. Cuando llegó Pellegrini la entidad verdiblanca venía de dos decepciones deportivas: en la segunda temporada de Quique Setién no se logró alcanzar la meta propuesta de la clasificación europea y el curso que inició Rubi y terminó Alexis fue un absoluto desastre. Así que el entrenador santiaguino no tenía la exigencia de llevar al equipo a cotas muy altas, cosa que se logró finalmente a pesar de una primera parte de la temporada muy dubitativa. Y es aquí donde radica la diferencia entre una situación y otra. Ahora si hay una exigencia, una necesidad de que el Real Betis Balompié consiga estar entre los seis primeros puestos de la clasificación liguera. Hasta la fecha, lo que hemos podido ver no invita mucho al optimismo. Al conjunto bético le falta empaque, consistencia, seguridad defensiva, ser menos previsible y más rápido ofensivamente y no aparecer y desaparecer de los partidos con tanta facilidad.

Así que, como ya he dicho, hay que armarse de paciencia y confiar en que el trabajo de Pellegrini lleve a buen puerto al barco verdiblanco. Creo que todos coincidimos en que hay buenos mimbres para alcanzar los objetivos, pero también hay que ser conscientes de que hay déficits que van a provocar que la navegación no sea todo lo placentera y calmada que uno desearía. No le queda otra a todos los estamentos del club, deportivos e institucionales, que apretar bien los dientes y remar en la misma dirección.

Foto Principal: Miguel Ángel Molina / EFE