Pablo Caballero Payán Lo tenía claro: él a los tres años quería ser como Cardeñosa o Maradona. No me negarán el buen gusto que tenía el chiquitín. Por cosas de la edad no pudo ver jugar al primero y al segundo siempre le estará agradecido porque fue clave para asentar su sentimiento bético. Quizá ese fue su primer sueño futbolístico. Después vendrían muchos más, de diversa índole, pero siempre con el Real Betis como meta soñada. Algunos no se cumplieron, otros se quedaron a mitad de camino y los que sí logró alcanzar, los disfrutó plenamente.

Su infancia fue dura para ser bético. Descensos, muchos años en Segunda, el rival fichando a Maradona en 1992 y él hecho un mar de dudas, intentado comprender por qué su equipo no estaba con los mejores. Por ese motivo dice que Diego fue fundamental para cimentar lo que siente por el Betis. Ni él pudo hacerle cambiar de bando en un momento en el que eso hubiera sido lo fácil para un niño de diez años. Prefirió seguir soñando con que algún día él disfrutaría con su equipo. Mientras tanto, se conformaba con ganar partidos y partidos a las chapas, dónde su Betis era invencible y se codeaba con los mejores clubs de tú a tú. No tardó en vivir esa sensación en la realidad. Se volvió loco cuando el gallego Juanito enmudeció al Camp Nou para eliminar al FC Barcelona de Johan Cruyff y explotó de alegría una tarde de mayo cuando por la radio fue escuchando los goles de Márquez y Aquino en El Plantío y que significaron el retorno a Primera División. Y el culmen fue acudir con su hermano, su madre y su padre a la explanada del Benito Villamarín para ver llegar a los jugadores, que salieron a saludar desde el balcón el célebre día del ¡yo os entrego a ustedes un Betis libre! Lo que vivió aquella noche junto a miles de béticos fue la mayor sensación de euforia y felicidad plena de toda su vida.

Siguió disfrutando con ese Betis de Serra que fue capaz de quedar tercero en Primera y vencer en los dos derbis de esa temporada. Contaba ya con trece años y en su mente estaba ser periodista. Desde muy pequeño leía periódicos, prestaba atención a los telediarios y escuchaba informativos y programas deportivos en la radio. Soñaba con retransmitir los partidos de su equipo y mientras jugaba al PCFútbol con su primo Javier retransmitía el juego, simulando el Carrusel Deportivo poniendo un disco de los Pet Shop Boys de fondo y dando paso a los distintos encuentros. Una frikada antológica cuando aún no se conocía ese concepto. Se moría de ganas de ser socio del Betis y poder acudir con frecuencia al estadio de La Palmera. Cumplió su sueño en 1996. Se ganó el dinero que le costaba el abono sirviendo de monaguillo junto a su hermano en el Triduo y la Función Principal de la Hermandad de la Virgen del Carmen de San Juan de Aznalfarache y saliendo de acólito en la procesión del mes de julio. A los dos les pagaron cinco mil pesetas, que era lo que le costaba el carnet, y lo invirtieron sin dudarlo. En ese mismo año entró en el instituto y pagó la novatada. Fue un desastre absoluto, un inmaduro superlativo y terminó repitiendo 3º de ESO por suspender Inglés, Tecnología, Música y Plástica. A priori, de las mayores imbecilidades de su vida, pero a la larga, lo mejor que le pudo pasar, por mucho que se perdiera la Final de Copa del Rey del Santiago Bernabéu frente al FC Barcelona. Y digo lo de a priori porque gracias a esos suspensos que le obligaron a repetir curso conoció a una muchacha de ojos azules o verdes, según esté el día más o menos luminoso, y que hoy es la madre de sus dos hijas.

Por aquella época empezó a jugar al fútbol en el equipo cadete de la UD Mairena del Aljarafe. Lo hacía como portero y soñaba, por supuesto que soñaba, con que algún ojeador de la cantera del Betis se fijara en él. No lo hacía mal, pero entre que sus cualidades no eran una maravilla y que no pegó el estirón suficiente como para tener talla de guardameta importante, su carrera deportiva se quedó en equipos muy modestos. Eso sí, siempre tuvo claro cuáles eran sus limitaciones deportivas, hasta dónde podía llegar y se limitaba a disfrutar del momento. Lástima que esa facilidad para asimilar su nivel futbolístico sin desanimarse no lo supiera gestionar en su vida académica. En Bachillerato se frustró y lo pasó muy mal. Veía que eso de ser periodista y poder cantar goles de su equipo del alma no iba a ser posible. Para colmo de males, el Betis también estaba que daba pena y terminó bajando a Segunda en el año 2000. Pero como buen bético, renació de sus cenizas, fue capaz de terminar el Bachillerato y, además, el conjunto verdiblanco volvió a Primera con los dos goles de Gastón Casas en Jaén. Fueron años muy bonitos, de mucha alegría y diversión. Seguía con su novia del instituto tan enamorados o más que el primer día y encontró otro camino que le llevó a la felicidad personal estudiando un Ciclo Formativo de Grado Superior de Actividades Físicas y Deportivas y, posteriormente, Magisterio de Educación Física.

Y llegó 2005, concretamente el 11 de junio de ese año, para sentir en verdiblanco como jamás había sentido. El gol de Dani lo tiene guardado en su mente a cámara lenta y aún recuerda el abrazo con su hermano, su primo Javier y su amigo Tomás en las gradas del Vicente Calderón. La felicidad fue efímera, como casi todo en el Betis, pero descubrió el universo bético que se escondía en Internet y dio a parar con una página Web llamada Sentir Bético. Le gustaba lo que allí se escribía y empezó a participar en ella mandando comentarios a los artículos que publicaban. Incluso mandó un escrito cuando se cumplió un año del triunfo en la Final de la Copa del Rey frente a CA Osasuna y se lo publicaron. Se dio cuenta que ahí había una posibilidad para expresarse y escribir sobre el Betis. Flipó en colores cuando desde esa página le mandaron un correo electrónico diciéndole que querían conocerle para proponerle que colaborara con ellos. Creo que JJ Barquín y Paco Ginés no son conscientes de lo inmensamente feliz que hicieron a aquel joven. Porque tras aceptar ese ofrecimiento, como no podía ser de otra manera, pudo alcanzar un sueño que parecía inalcanzable: retransmitir un partido del Betis. No fue ni el más bonito, ni el más feliz de la historia, pero para él fue muy especial. El equipo verdiblanco derrotó por cuatro goles a cero a la UD Levante, pero se quedó sin subir a Primera. Antes de esa retrasmisión, y gracias también a JJ Barquín, empezó a participar en Estilo Betis, programa radiofónico de los lunes en Radio Estilo. Allí conoció a un gran bético, Pepe Moreno, que le invitó al Foro de Béticos de La Cartuja para vivir experiencias inolvidables, compartir almuerzos estupendos con invitados interesantísimos y conocer a ídolos béticos como Julio Cardeñosa, Rafael Gordillo, López o Alabanda entre otros muchos.

En la última década ha aprendido a relativizar ciertas cosas relacionadas con respecto a su pasión bética. No se pilla los enfados de cuando era un niño o un adolescente inmaduro. Ha comprendido que hay muchísimos asuntos que están por encima en la clasificación de temas por los que preocuparse y que te quiten el sueño. Eso sí, las alegrías las sigue viviendo a tope. De las mayores que ha vivido en los últimos años tuvo como protagonista el gol postrero de Sanabria al Real Madrid que le permitió al Betis ganar en la capital. Ese día Alba, su hija mayor, se fue a la cama con una idea que le había metido su padre en la cabeza. Le dijo que era imposible que ganara el Betis porque el conjunto blanco era mejor, no había ganado en sus dos anteriores partidos como local y no iba a volver a tropezar. Tuvo que reprimir el grito del gol poniéndose un cojín en la boca para no despertar a su mujer y sus dos hijas y le costó conciliar el sueño aquella noche por la emoción de la victoria lograda en el último suspiro del partido. Pero había una cosa que le tenía mosqueado. Quería ver la cara de Alba cuando se despertara para ir al colegio y se enterara de la victoria del Betis. Se lo dijo su madre y, cuando la recogí del colegio le dijo a su padre muy seria: “papá, me dijiste que era imposible que el Betis ganara”. Entonces él le tuvo que explicar que no, que estaba equivocado, que en esta vida no hay cosas imposibles y hay que luchar sin contemplaciones, con inteligencia y constancia por lo que uno quiere. Nunca hay que bajar los brazos y jamás se debe acudir derrotado a la batalla porque es sinónimo de fracaso. Y por supuesto, le dijo que nadie osara a quitarle sus sueños e ilusiones.

En sus últimos años se ha tenido que enfrentar a situaciones muy dolorosas: a la muerte de su mejor amiga, una enfermedad grave de su mujer de la que felizmente se ha recuperado, decepciones inesperadas de gente que creía importante, la maldita pandemia… Todas esas cosas han ido mermando su capacidad para ilusionarse y soñar, pero poco a poco se va recuperando. Contempla junto a su mujer crecer sanas y siendo buenas personas y estudiantes a sus hijas y comprende que poco más le hace falta. Ha vuelto a disfrutar de la bicicleta, una afición olvidada durante mucho tiempo, y que ha recuperado con mucha motivación. Le han propuesto publicar un libro de relatos sobre el Real Betis y eso le ha llenado de alegría porque, en las partes que ha tenido que escribir, se ha emocionado hasta el punto de llorar, ha recuperado del cajón del olvido anécdotas pasadas que le han traído buenos recuerdos y ha disfrutado mucho del proceso de escritura. Y, por supuesto, sigue manteniendo intacto su máquina de sueños, en las que fabrica goles imposibles, partidos importantes ganados, títulos conseguidos y poder disfrutar de todo eso en compañía de sus hijas, su familia y sus amigos. Sabe que es muy difícil que se cumplan esos anhelos, pero está convencido de que algún día se harán realidad. Puede que incluso cuando estéis leyendo esto por primera vez ya se hayan cumplido.