Armando Rendón Aguilera @armandoren Aunque les resulte extraño a muchos, hay una conexión en los “protagonistas” del título de este artículo. Murakami y el Betis, dos manquepierdas en toda regla. El autor japonés es el eterno aspirante al Nobel, que nunca gana, pero que siempre se merece (al menos por gran parte de los que nos apasiona lo que escribe el polifacético nipón). El Betis, ese club que debe estar más arriba de lo que ha estado, pero que para gran parte de los aficionados al mundo del balompié es uno de los más queridos a nivel global, además de ser actualmente el club español donde más asistentes van a su estadio a disfrutarlo, a padecerlo, en definitiva, a sentirlo. El autor japonés reflexiona en su libro “De que hablo cuándo hablo de correr” sobre los sentimientos que le genera su afición por la carrera de larga distancia, por las vivencias que le produce cada entrenamiento, cada carrera, cada maratón que lleva a cabo. En el reflexiona sobre lo que supone para él un simple entrenamiento, la música que escucha mientras corre, los paisajes que ve, los “compañeros” de asfalto que conoce, lo que piensa mientras corre…, todo aquello que lo hace sentirse vivo y sin lo que no podría seguir adelante en su vida. A veces esos entrenamientos y vivencias aparejadas lo llevan a hacer maratones más o menos gratificantes (que siempre se sufren, se lo dice uno que lleva unas pocas), pero siempre le generan esa satisfacción que produce el día a día de la preparación, de la vivencia del entrenamiento o los nervios del día de la carrera.

Pues algo parecido pasa con el Betis para los béticos y ahora que llevamos un par de semanas “reguleras” conviene recordarlo. Venimos de un año extraño por el mundial, por nuestra participación en una ignominiosa Supercopa, en ambos casos el dinero y la falta de escrúpulos han campado a sus anchas, con cero preocupaciones por los valores del deporte y por las aficiones que los sustentan. En el caso del Betis su participación en la Supercopa ha tenido de positivo la imagen de equipo competitivo que se ha transmitido y en negativo, la limosna económica y el desgaste físico que ha supuesto. Y como cuenta Haruki Murakami, hay momentos malos en el entrenamiento, hay días que nada sale, que “no vas” y que parece que la serie más fácil se te hace durísima. A eso estamos acostumbrados por los verdes de la Palmera y ahora toca levantarse. Los béticos disfrutamos del camino, de cada nueva esperanza de la cantera que sale, de las pipas de los puestos en los aledaños del Villamarín junto a nuestros seres queridos y junto a aquellos otros desconocidos que se calzan en la camiseta nombres de antiguos jugadores como Kasumov, Fantaguzzi o Rubén Bilbao, que en este bendito Betis cabemos todos. Los béticos podríamos escribir un libro o una enciclopedia titulada “De que hablo cuando hablo de sufrir”, así que a los que no dejan de malmeter, a los agoreros de la ruina, decirles que no somos ni conformistas ni “criaturas” sin aspiraciones, que en esta orilla de nuestro rio se respira una salud de hierro guardada bajo trece barras que cuando hay que remar se rema, cuando disfrutar se disfruta y cuando sufrir, pues se sufre todos juntos y “palante”, que al final disfrutar de nuestro camino en verde es lo que nos hace diferentes, únicos y más felices.

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