Pablo Caballero Payán La vida da golpes inesperadamente dolorosos que incluso provocan que te plantees si realmente vale la pena seguir viviendo con ilusión y esperanza sin que te abandone la felicidad y la alegría. Todos nos hemos enfrentados a noticias malas, enfermedades o fallecimientos de seres queridos que nos han abandonado prematuramente y que han supuesto que el camino se llenara de piedras inexpugnables que han ido minando nuestra moral. Y, desgraciadamente, seguirá siendo así, porque en menor o mayor grado, siempre nos vamos a encontrar con este tipo de dificultades alguna vez en nuestra vida.

Hoy dirijo este artículo a Álvaro, un joven bético que ha experimentado en primera persona un cambio radical en su día a día que le está suponiendo aprender a vivir de distinta manera a la que estaba acostumbrado. Seguramente se han truncado los sueños, proyectos, ilusiones, objetivos y metas que él tenía previstos alcanzar, pero la vida le ha dado otra oportunidad, aunque sea distinta a la anterior. Y en este nuevo camino por recorrer es indispensable que todos sus familiares, amigos y profesionales a los que acuda empujen con fuerza para que Álvaro consiga lograr sus nuevos propósitos. Con toda la humildad del mundo, pretendo que este escrito sirva para dar un pequeño empujoncito en el nuevo camino por recorrer.

Muchas veces se ha escrito que el Real Betis Balompié es lo más parecido a la vida y en esta ocasión el símil me sirve. Como bético que eres debes entender que de todas las veces que caímos en el barro nos hemos levantado para seguir dando guerra. Mil veces alanceado pero nunca muerto, como bien escribió Andrés Martínez de León. La vida del bético no se entiende sin ilusión y esperanza. Son los pilares de nuestra condición de bético, nuestro leitmotiv. Siempre esperamos el milagro con ese gol en los últimos minutos que nos dé una victoria o nos mantenga con vida. Tú has metido ese gol y ahora tienes la posibilidad de ir a por más triunfos, con otro estilo y sistema de juego, pero poco importa eso si te proporcionan felicidad a raudales.

No me une a Álvaro más relación que la de ser amigo de su tío Lancha y sentir en verdiblanco. Pero estos dos pequeños detalles se engrandecen hasta el infinito por lo buena persona que es su tío y porque entre béticos siempre debe existir apoyo y camaradería. Nos conocimos fugazmente en la gloriosa madrugada del pasado veinticuatro de abril. Yo estaba parado en un semáforo y a mi lado escuché una voz conocida. Me giré y allí estaba tu tío. Nos fundimos en un abrazo e hizo las pertinentes presentaciones de tu primo Rubén y tuya. Fuimos hablando por la calle Calatrava camino de La Alameda y la Plaza Nueva en ese río humano verdiblanco radiante de felicidad. Sueña con más días de gloria como aquellos del mes de abril. Seguro que volverás a disfrutarlos rodeado de tu gente. Espero no haberte importunado y que mis palabras te aporten algo, aunque sea una mínima pizca de buenas vibraciones.