Reyes Aguilar @oncereyes Canales no juega sobre la hierba, lo hace entre las líneas de la poesía lírica de Píndaro. La Grecia clásica y cantábrica entrelazadas a las trece rimas que forman la leyenda que recorre el mundo entero unida a la mirada clara de un jugador intachable, que salta al terreno de juego para dejar su impronta seria y su deportividad dejando atrás un maltrecho bagaje y un rosario de lesiones. Ofrece siempre su lucha y su espíritu de jugador renacido, concienciado y valiente, que corre, asististe, roba y ejerce una polivalencia admirable que a muchos, no es que nos enorgullezca, es que nos representa. Ese tesón suyo transgresor, admirable, de rebelde con causa, ha entendido a la perfección donde juega, por ello sabe disculparse las pocas veces que erra y sabe que también, no se le admiten las disculpas cuando quien lo motiva es la sinrazón y la supremacía del silbato. Un corazón invencible corre tras un escudo ávido de dorsales como él, de voluntad fuerte, humildad, clase y ese ímpetu de saltar al campo, echarse el equipo a la espalda  y dar el alma en verdiblanco. Es Canales el punto de inflexión, el antes y el después, el motor, el silencio del estruendo, la caballerosidad vestida de futbolista; la elegancia, y en Cádiz, uno de esos supremacistas del silbato se encargó de manchar la impecable hoja de servicios de un oficial que en quinientos partidos, nadie había hecho y de una manera tan sibilina y tan turbia, basándose en una conversación que ni se ha tenido la valentía de especificar con detalle. A nuestro insigne Rafael Gordillo le ocurrió algo parecido, cuando le expulsaron por única vez en su vida en un partido en Düsseldorf ante el Borussia Moenchengladbach, del árbitro nadie se acuerda, de Rafael Gordillo, todos.

Ese señor de negro en el templo del amarillo, uno de aquellos a los que cantase el también insigne cantaor José Menese, que va a caballo y no da los buenos días, dejó en evidencia la vara de medir que se usa en este reglamento amoldable dictatorial que es el estamento arbitral, que tanto beneficia a algunos y perjudica a los de siempre, lleno de notables carencias sensoriales, auditivas y visuales demostrada tantísimas veces frente a la permisividad de los que parten espinilleras e insultan y atacan a los caballeros del balompié. A nuestro Canales le han escupido sobre su expediente, con la misma mancha sobre la ejemplaridad de Rafael Gordillo si me permiten la metáfora, pero solo podemos envainárnosla y desear que tarde mucho en volver con la dictadura de la chuflería, la prepotencia y la vista gorda. 

Es solo un partido, la fiel infantería del beticismo sabe que hay un oficial en la sala ante el que ponerse de pie por muchas cosas, que Canales es nuestro mago, por encima del insulto, ejemplo del señorío bético y el bucólico príncipe cántabro que entona con sus botas la oda de lo bello y de lo bueno por encima de la mediocridad, que diría el poeta griego de quien tantos años después, nos seguimos y seguiremos acordando.