Reyes Aguilar @oncereyes Las torres de las fortalezas medievales fueron la defensa ante una invasión, la torre en ajedrez cumple una función similar, protegen al resto de piezas del tablero. Pellegrini juega magistralmente al ajedrez del verde y blanco a la hora de plantear los partidos, su seriedad celebrando las victorias, su profesionalidad enmendando las derrotas y su sensatez en las ruedas de prensa lo ha demostrado. Entre sus fichas hay una torre con cuerpo de alfil que el pasado viernes hizo del Villamarín una fortaleza inexpugnable; el resto, colocadas con astucia, hicieron el resto; Fekir y Canales, la reina entre el caballo, el gol de Borja o la genialidad de William Carvalho que de haberse perpetuado íntegra, no hubiese quedado ni un recuadro en el bético tablero de ajedrez.

El beticismo mira al cielo y cuenta las estrellas que brillan desde el cuarto anillo, de ellas son nuestras alegrías ya que por ellas sabemos sufrir y sabemos ganar. La alegría puede que haya venido para quedarse, lo vi en muchos ojos y se lo oí a la brisa que se escapaba por entre las notas de aquel violín antes de empezar el partido, un aire que acarició a la torre del ajedrez de Pellegrini, Edgar, este altísimo futbolista que anda entre bambalinas pese a ser actor principal en la obra. Su silueta omnipresente recortaba el aire convirtiéndose en la fortaleza defensora ante los últimos quince minutos de corazón encogido, sufriendo como solo sabe el bético. Y mientras el Osasuna se empeñaba en poner tablas en la partida colgando balones al área, la torre con cuerpo de alfil despejaba sacándole a todos medio metro de diferencia. Ahí entendí a Pellegrini y su astucia ante el tablero de ajedrez; el esfuerzo tiene su recompensa, la humildad, el tesón y la confianza en uno mismo y en el equipo lo facilitan, que el trabajo siempre da sus frutos y la labor callada ensordece. La palabra central es solemne, rotunda y poderosa y ya va unida a Edgar, la torre inexpugnable capaz de detener a cualquiera que se alce en el juego aéreo, lleva cosido el 3 a la espalda y ese dorsal ya sabe por dónde se va a la gloria.

El Betis se instala en el firmamento trazando un skyline sobre un Villamarín convertido en un tablero de ajedrez donde la figura de Edgar alto, tan alto, capaz de dar a la caza alcance, que diría san Juan de la Cruz que no era bético pero sí sabía de alturas, se convierte en la fortaleza que tanto necesitábamos, la seguridad de ser torre con cuerpo de alfil.

Foto Principal: Kiko Hurtado / El Desmarque