JJ Barquín @barquin_julio No me escondo. Es más, no hace mucho, escribí sobre el capitán Joaquín y la delgada línea que separa el arte y la gracia del payaseo y la ordinariez. En dicho texto señalaba que el del Puerto estaba rozando dicha frontera y que no debía superarla, para seguir siendo un tipo tocado por ese carisma y ángel que hace que su presencia sea siempre sinónimo de felicidad y buen rollo. Pero lo que está sucediendo estos días alrededor de la leyenda verdiblanca no es justo.

Lo ocurrido en la Maestranza es un nuevo ejemplo del ataque de la Sevilla clasista que destila, como dijo el poeta Luis Antonio de Villena, esa moral de sacristía añeja. En esta ocasión, quien agarra el estandarte de la ranciedad más absoluta es un periodista que busca protagonismo a costa de generar polémica. Primero por atacar y dudar de las cualidades del torero Antonio Ferrera simplemente por el gesto que tuvo con Joaquín, exagerando una situación que no pasa de ser un guiño atrevido o irreverente. Y segundo por dictar esa sentencia tan arcaica de beber en el pozo de la sabiduría y la superioridad moral que da ese no sé qué de la ciudad nobiliaria.

Una sentencia de la que se apropian algunos seres superiores para definir lo que es lo que está bien y lo que está mal; qué es pureza o sevillanía; cómo hay que brindar en una plaza o cómo hay que celebrar un título; cómo se debe dar un capotazo o cómo hay que utilizar una frase, un baile o una expresión, que en ocasiones es la referencia de la guasa de la ciudad y otras veces es la viva imagen de la mala educación.

Poco más se puede decir de un periodista que ha escrito un artículo con la mala baba de alguien que tiene a Manolón, sí a Manolón, como referente noticioso del fin de semana. No lo digo yo, lo dice su propio Twitter. Ahí tienen a los protagonistas de la Sevilla que no acepta la guasa -la pregonan cuando ganan- y un redactor que busca su minuto de gloria como si lo sucedido el sábado hubiese sido un ultraje a un mundo que pierde adeptos de generación en generación por ese purismo de salón que echa para atrás.

No soy taurino ni tengo conocimientos de ese mundo, pero creo que esto no va de tauromaquía. Esto va de hacer daño para sacar tajada promocional y ponerse a la altura de esa alta sociedad que vive en el pasado. Lo del sábado fue un gesto entre un torero que se la juega cada tarde y que quiso tener un detalle con su amigo, con su ídolo o vaya usted a saber. Lo que tengo muy claro es que Ferrera y Joaquín ha hecho mucho más por el mundo del toro en ese brindis que algunos de los que se sientan en una redacción a escribir para intentar dar lecciones de sevillanía, ponerse la medalla de la estética purista recalcitrante, y de paso, colocarse correctamente el escudo de Nervión.

Foto Principal: EFE