Pablo Caballero Payán Era agosto de 2010 cuando mi hermano Joaquín, mis amigos Juan, Manu y Rafa y yo nos plantamos en el Benito Villamarín bajo un sol de justicia para sacarnos el abono de la temporada 10/11, con el Real Betis en Segunda División, en plena intervención judicial y con la siniestra sombra de Ruiz de Lopera y Oliver sobrevolando las ruinas del club de Heliópolis. Han sido doce años con alegrías contadas y muchas decepciones. Hasta la noche del pasado jueves.

Huelga decir que tenemos que ganar la Copa el próximo 23 de abril para que todo sea perfecto, pero lo que viví en mi asiento del Segundo Anfiteatro de Gol Norte hace dos días no lo voy a olvidar en la vida. Los nervios, el miedo, la ilusión, la desesperación, la esperanza, la alegría inmensa, la euforia…un tobogán de sensaciones que me dejaron extenuado. Vivirlo juntos a mis amigos y mi hermano fue glorioso. Esa mano cómplice de Manu en mi pierna cada vez que me sentía nervioso o contrariado, intentando serenarme y que me calmara. Los comentarios certeros de Rafa sobre el juego o la guasa de mi hermano cuando un repentino olor a pescaito frito perfumó la noche. Me quedo también con la mirada de preocupación de Juan cuando marcó el Rayo Vallecano y me escondí tras la capucha de mi chaquetón y la obligada mascarilla.

Y por fin el gol de Borja Iglesias para meternos en la Final y que llegaran los abrazos, el primero con mi hermano (un gol es menos gol si no puedo celebrarlo abrazándote) y después con ellos tres y con medio Gol Norte. Los ojos vidriosos y llenos de felicidad de Rafa, la ilusión en la cara de Manu (no sabes lo orgulloso que estoy de haberte metido este bendito veneno) o el grito desgarrado de Juan y nuestra copita cuando llegamos al barrio. Son momentos que ya forman parte de los imborrables recuerdos que el Real Betis Balompié va grabándote a fuego en el alma.

Desde que terminó el partido ya estamos dándole vueltas a la cabeza para organizar el día de la Final, con la incertidumbre enorme que tenemos los cinco de saber si conseguiremos entradas. Confiamos en que nuestros números de socio (el dieciséis mil y pico) sean más que suficiente para plantarnos en La Cartuja después de haber vivido un día inolvidable por las calles de nuestra ciudad. Gracias por hacer más emotiva y especial cada victoria del Real Betis. Gracias por poder vivir juntos una noche como la del jueves.