Real Betis Balompié 1 (Borja Iglesias) – Rayo Vallecano 1 (Bebé) (Global de 3-2)

Pablo Caballero Payán Con su buena dosis de sufrimiento y con toda la emotividad del mundo, el Real Betis Balompié se ha citado con la gloria el próximo veintitrés de abril en el Estadio de La Cartuja ante el Valencia CF para disputar la Final de la Copa del Rey. Será la quinta vez que el conjunto verdiblanco tenga la ocasión de proclamarse campeón de España. Toca vivirlo y festejarlo y metalizarse al máximo para que dentro de cincuenta y un días se viva una fiesta bética en nuestra ciudad.

Intentar explicar con términos futbolísticos y aspectos técnicos y tácticos un partido con una carga emocional tan enorme es complicado. Lo de la noche del tres de marzo de dos mil veintidós en el Benito Villamarín es cuestión de otros derroteros. Pero para que no se quejen los que esperaban una descripción de lo que pasó sobre el césped, lo haré. El Rayo Vallecano buscó el gol que equilibrara la eliminatoria con sus peligrosas incursiones por las bandas, donde cuenta con jugadores muy rápidos y desbordantes. Eso ocurrió, sobre todo, durante la primera mitad. Por su parte, el Betis se mostraba errático, no le duraba el balón en los pies el suficiente tiempo como para imponer su idea y mandar en el partido. Esa situación cambió en la segunda mitad, donde el conjunto visitante no se mostró tan incisivo por los costados y los de Heliópolis, sin excesivo brillo y acierto, si lograron crear cierto peligro y hacerse dueños de la situación. Todo pareció torcerse en el minuto setenta y nueve, cuando Bebé se sacó de la chistera un lanzamiento de falta potentísimo que se coló por toda la escuadra.

La eliminatoria se encaminaba a la prórroga, pero tras el gol del Rayo el Betis se revolvió como gato panza arriba y disputó los mejores momentos del partido. Mucho tuvo que ver la entrada al terreno de juego de un muchacho de cuarenta años y pico que pidió la pelota una y otra vez, que buscó asociarse y que terminó dando un pase al hueco a Sergio Canales, que intentó cedérsela a Fekir pero que vio como su pase rebotó en un defensa rayista, dirigiéndose el balón a gol. Por allí apareció otro defensor para salvar el empate sobre la línea pero su intento fue en vano, porque Borja Iglesias terminó empujando la pelota al fondo de la red, llevando el delirio a las gradas del Villamarín. Era el minuto noventa y uno y en el alargue Joaquín (decisivo el eterno capitán) tuvo el 2-1 en sus botas en un mano a mano que no supo aprovechar. Poco importó, porque poco después Martínez Munuera señaló el final del partido y el beticismo estalló de alegría.

Lo que se ha vivido en el partido de vuelta en el estadio de La Palmera es una mezcla de sensaciones que, a estas horas de la madrugada, todavía tiene alterado a este que os escribe. De la ilusión y la confianza se ha pasado al miedo para volver de nuevo a creer en un equipo que no pierde jamás la esperanza. La explosión de euforia, locura y felicidad vivida tras la finalización del partido ha sido extraordinaria, preciosa y muy emotiva. Disfruten de estos momentos, vívanlo con intensidad y sueñen en cosas todavía más bonitas. ¡Estamos en la Final!, y sanseacabó.

Lo mejor: la explosión del Villamarín tras el gol de Borja Iglesias y tras el pitido final.

Lo peor: habría cosas que destacar negativamente, pero no puedo hacerlo con este estado de euforia.

Foto Principal: Reuters