JJ Barquín @barquin_julio No hace mucho dije que si no fuera porque soy bético habría abandonado esto que siguen llamando fútbol. Si las trece barras no corrieran por mis venas, el balompié me interesaría un pimiento. Intereses, politiqueo, intrigas y mafia pululan por ese universo corrupto, del que se benefician unos pocos por la pasión de muchos. Lo siguen llamando fútbol, pero demasiadas ambiciones se sobreponen al deporte. Todo se está desfigurando de tal manera que conseguirán más pronto que tarde herirlo de muerte.

Sigo instalado en el Betis por ese espíritu de pertenencia, de amor por encima de todas las cosas. Un espíritu de cohesión que sobrevive y se hace más fuerte en las derrotas, contraviniendo la norma establecida del resto de clubes. Todos somos ese junco que no se dobla por mal dadas que vengan. Y me interesa todavía más que antes por todo lo que se viene gestando desde la institución y del consejo de administración, a años luz de los tiempos histriónicos y vergonzantes de la era Lopera.

Una gestión brillante en aspectos solidarios para que todos nos sintamos dignos de ese escudo y orgullosos por haber sido elegidos para peregrinar a tierra santa, a ese trozo de tierra infinita que se encuentra al final de la Palmera. Baste recordar algunas de las campañas que se llevan ejecutadas como la de recogida de peluches; la de donación de pelo contra el cáncer de mama; el gesto de nombrar embajadora del equipo a la entrañable Alba; la campaña Balón Pelón contra paliar el cáncer entre los más pequeños; la campaña de entrega de batas en hospitales, la recogida de productos con el Banco de Alimentos de Sevilla, la lucha contra la ELA o la presentada ayer para entregar las becas a deportistas andaluces que practican deportes minoritarios en competiciones no profesionales.

Me quedo con eso, con ese espíritu de ayuda, de compromiso, de entrega a los demás. Un espíritu lleno de valores que hacen mejor a una institución que supo hace mucho tiempo que es más importante llevarte en el corazón que alcanzar cotas deportivas, que también. Gracias a Dios, hace tiempo aprendí a no perder ni un segundo de mi vida en pensar o analizar ciertas declaraciones que puedan alejarme de lo verdaderamente sustancial. Gracias a Dios, hace tiempo aprendí a fijarme por entero en las becas entregadas ayer que en escuchar la befa surrealista de un grosero tendencioso, egocéntrico y manipulador.

Foto Principal: realbetisbalompie.es