Reyes Aguilar @oncereyes Cuando el corazón galopa desbocado cuesta contenerlo, cuesta escribir con tanta emoción encima. Este Betis que no es que gane sino como gana, nos tiene eufóricos, los que han visto jugar a Del Sol recuerdan algo similar cuando las trece barras fuero dirigidas por entrenadores que nos acercaron la gloria casi como ahora; Antonio Barrios, Pepe Valera o Ferenc Szusza o aquellos que vivieron aquel Betis cuarto en Liga y finalista de Copa de Jarni y el sombrero de Finidi. Juega mi Betis al futbol con ese duende que da la tierra, delante de su gente, que lo seguimos sin rechistar… Asistimos a la comunión perfecta de once, un escudo y una afición, un equipo que sobre el césped me recuerda a aquellos sábados de mi infancia cuando los niños de mi barrio, del barrio de barrios, se saltaban la tapia del colegio San Pablo para jugar al fútbol en el patio del recreo. Y si gana ¡Viva el Betis¡, si pierde, que viva el Betis… Esa complicidad no desaparece ni siquiera tras haber perdido un partido contra el Rayo, excepción al trabajo bien hecho, ese Betis que nos gusta incluso hasta cuando gana. Que viva el Betis güeno, es el grito de hermandad.

Ese Betis que gane o pierda volvió al viejo Villamarín de Hadzibegic, Chano, Cervantes o Romo, quien recibió un homenaje nunca equiparable a aquel gol que cambió el nombre a un Domingo de Ramos de derbi casi al mismo tiempo que la Paz ponía su Cruz de Guía en la calle. Mientras recibía el reconocimiento de su Betis se oía de fondo el Betis, Betis, Betis, los béticos gritamos que viva el Betis, Betis y por sus ojos asomaban las aguas del río de mi Sevilla, novia del Betis. Betis, Betis campeón. Treinta y seis años después nadie ha olvidado aquel gol, se conserva intacto en tantas vivencias contadas y heredadas de aquellos que desde el cuarto anillo, salieron el domingo para asomarse a la piel erizada y a las lágrimas en los ojos mientras aquel conjunto de voces comandadas por un juglar embajador de Híspalis, ínsula de la Calzá, cantaba aquello de colores verdiblancos para un equipo que es de Primera, en un glorioso estadio que es el Benito Villamarín, verdiblanco mi Betis…Y como por arte de magia volvió aquel Betis de marcador simultáneo, de Seat 127, de Pipas Kelia, de Catrasa, Tisa y Ferrimovil, aquellos primeros sentimientos béticos de quien os escribe, cuando desde aquella baranda de gol sur creía que el mar verde lo delimitaba la banda izquierda de unas medias bajas y un horizonte verdiblanco de banderas, blanca y verde es su bandera como la de la tierra que cruza el Guadalquivir….  Los béticos vivimos una felicidad extraordinaria, aunque el ser bético sea un privilegio de por sí, …Betis, Betis, los béticos gritamos que viva el Betis, Betis, río de mi Sevilla, novia del Betis. Betis campeón…  vivo en tres competiciones y tercero en liga, algo impensable poco tiempo atrás, con tantos entrenadores que se han marchado sin entender que significaba el Betis, ni tantos jugadores que no han mirado a su alrededor jugase donde jugase para entender que donde vaya mi Betis lleva el salero de Andalucía, la gracia de Sevilla y el arte puro de la afición porque allá donde haya ido ya sea Tbilisi, Burgos, Utrera o Kazán, siempre ha habido y habrá un bético gritando ¡Viva el Betis!, manque pierda ¡Viva el Betis! que viva el Betis Betis, Real Betis de mi amor.

Gracias a ese Betis de mi amor y al amor de las béticas que se cortaron el pelo, ahí está el Betis de verdad. Gracias a Fekir por esa maestría, a Canales, a Borja Iglesias, a Alex Moreno, a Miranda por su mirada de reojo llena de porvenir bajo el flequillo, al Oh Juanmigué y su idilio con el gol, a Guido, presencia y omnipresencia, a los porteros, sea el que sea sin diferencias, a William Carvalho a quien no tendré tinta suficiente para agradecerle tantos pases y a Pellegrini, sobre todo, por llevarnos a este estado rozando la ataraxia verdiblanca, definición que robé de un bético ejemplar y porque su plan no es otro que haber oído donde está;  Betis, Betis, los béticos gritamos que viva el Betis y habernos mirado desde los ojos del Betis. Su plan no es otro que ser un bético más, otro de los que el pasado domingo sintió el corazón galopando desbocado mientras sonaba para la gloria heliopolitana el himno de Pascual González, bético de las inmensidades, los horizontes verdiblancos y las manquepierdísticas verdes aguas del río de mi Sevilla, novia del Betis. Betis, Betis campeón