Pablo Caballero Payán El fallecimiento de Miguel, el joven murciano seguidor del Betis que gracias a la Fundación Ambulancia del Deseo pudo ver en directo tres partidos del equipo de sus amores, me ha cogido en un momento de mucha sensibilidad y, lejos de enfadarme por las lágrimas que estoy derramando al escribir esta líneas, no sabéis lo que le agradezco a Miguel la emoción que he sentido. Reconozco que el llanto ha sido desconsolado al ver el vídeo donde le recita a Joaquín el poema que le escribió.

La mayoría conocimos a Miguel tras el partido que el Betis ganó en Los Cármenes de Granada con el golazo a última hora de Sergio Canales. Mi compañero JJ Barquín le dedicó un precioso artículo en el que nos presentaba a este joven y su difícil historia pero, sobre todo, nos abría los ojos de par en par al amor incondicional que sentía por el escudo de las trece barras verdiblancas. Luego llegaron otras dos ocasiones en las que tuvo la oportunidad de ver en directo al equipo bético: en Madrid frente al Atlético y en Elche ante el conjunto ilicitano. Todo estaba listo para que Miguel conociera el Benito Villamarín y pudiera escuchar el himno del Real Betis cantado por las gargantas emocionadas de sus hinchas, pero la grave enfermedad que sufría corrió más rápido de la cuenta e impidió ese precioso momento.

Deja Miguel con su marcha un vacío enorme en su familia, pero que sepan ellos que también lo deja en el corazón de miles y miles de béticos que hemos visto en su pasión por nuestros colores el vivo ejemplo de lo que significa ser del Betis. Desde hoy, o quizá desde hace ya tiempo, los seres queridos de Miguel tienen el apoyo, el aliento y el abrazo de todo el beticismo. Es evidente que eso no mitiga el gran dolor que están sufriendo, pero han de saber que él se ha convertido en un referente para muchas personas, que hemos visto en su forma de afrontar la vida un espejo en el que mirarnos.

Deseo con todas las ganas que mis palabras puedan llegar a la familia de Miguel, para que sepan lo que ha logrado, los sentimientos que ha despertado y los ojos que ha abierto. Hay quién vive más de cien años y no consigue ser importante para la gente. Miguel se ha ido demasiado pronto y el dolor que provoca su muerte es irreparable, pero se va con los deberes hechos, con el objetivo logrado de haber vivido para dejar un legado. Ese es su triunfo, tan infinito como el daño que produce. Gracias Miguel, muchas gracias.

Foto Principal: Alfredo Aguilar/ ideal.es