Reyes Aguilar @oncereyes Echemos la vista atrás, a ese Betis de Tercera División de rifas, donde surgimos del lodo, donde tan difícil fue todo, como lo es llenar la hucha con monedas de dos euros que serán para el carnet del próximo año, aunque se haya bajado a segunda de nuevo. Recordemos tantos dirigentes sin vergüenza y sinvergüenzas dirigentes a los que les hemos echado el pulso; juzgados, embargos y futbolistas que llegaron, besaron el escudo y se largaron con los bolsillos llenos de nuestras monedas de dos euros diciendo Mucho Betis eh con ojana. Cuántos partidos en el exilio, en Málaga o en Huelva, bajo una tormenta inolvidable, cuántos béticos en Burgos, en Jaén, en Madrid, en Milán, en China, en Rusia, en Valparaíso, en Alaska o en Ciudad del Cabo, béticos de un universo donde aprendimos a querer al Betis solo por el privilegio de ser presos de sus trece barras, sin nada a cambio. Es el Real Betis Balompié algo tremendamente nuestro, intrínseco, personal y cada bético y cada bética sabe cómo defenderlo, animarlo o jurar a los cuatro vientos que ya no va más al campo, hasta que llegue el domingo siguiente y se olvide del marcador, cuando anunció el más de dos, más de tres o más de cuatro goles visitantes en ese partido que se tenía que ganar pero que todos, sabíamos que se iba a perder. Ese es el Betis y así lo queremos, y por la misma irracionalidad al bético no se le juzga porque vaya, se vaya o no vaya al Villamarín, incluso si se saca el carnet para no ir, que me consta que haberlos, haylos. La afición del Real Betis es soberana y está siempre, sin pedir nada a cambio; cada vez que se le llama acude, sin dudarlo, ya sea a apoyar con banderas, con kilómetros, con entradas o con acciones, y ni es menos bético el que se marcha antes ni es más bético que el que se queda hasta que el utillero recoge las banderas de los corners. Somos la mejor afición del mundo, generosa y paciente, fiel, agradecida, majestuosa y única y llena las previas como llena las colas para renovar los abonos o los aviones con escala en dos países para llegar a una ciudad con frío y volverse a Sevilla mojados con tres goles en contra y la ilusión como único equipaje, intacta, para esperar al próximo partido, ése donde a lo mejor, al Betis le dé por sacar a bailar el balón, como le hemos visto hacerlo. El bético desgraciadamente no exige, ése es nuestro sino y nuestra condena, solo queremos que de una vez para siempre, nuestras ilusiones empiecen y continúen, y no nos sepa esta maravillosa quinta plaza a una amarga decepción que acaba levantando de la grada a una afición leal a la que paradójicamente, nada se le puede recriminar porque siempre está, cuando gana o Manquepierda, que ha vivido demasiado desencanto en sus ciento catorce años de historia y ni eso, ha podido con la ilusión de volver temporada tras temporada al Villamarín a dejar el corazón, el alma y el aliento, y hasta el dolor de marcharse, o hasta el dolor de quedarse.