JJ Barquín @barquin_julio Este año de mierda que llevamos vivido y sufrido, nos tiene consumidos a todos. La fatiga cerebral comienza a pasar factura y a cobrar sus emolumentos en forma de dolor y calvario mental. Las muertes, los males, las enfermedades, los sufrimientos -tanto particulares y comunes- nos han dado un golpe de realidad. Todo el año es un garrotazo duro y certero para demostrarnos la fragilidad de esta existencia.

En este contexto, algunas piezas nos ayudan a seguir subiendo este puerto de montaña que no es de primera sino, como dicen los sinvergüenzas que vienen a las fiestas de Madrid, un Hors Categorie. Y en esa subida, como gregarios de lujo se encuentran la familia, los amigos y las gestas de los científicos, médicos y enfermeros. Y en ese engranaje aparece el fútbol, que como decía aquel, es lo más importante dentro de las menos importante. Y dentro de ese universo se encuentran las trece barras del escudo. Sin poder ir al estadio, sin poder disfrutar de nuestra casa, teniendo los niveles de nostalgia disparados, cada partido del Betis es un soplo de aire regenerador para esta mente que no para de recibir inputs negativos.

Este fin de semana ha sido intenso. Un grave susto de un familiar, con infarto de por medio, ha servido para seguir probando esta medicina del abatimiento general que nos sigue recentando el 2021. Y en esas estábamos cuando los once vestidos de verde y blanco te ofrecen un empujón de felicidad, unos minutos efímeros de bienestar emocional, de satisfacción, donde el corazón ruge como siempre lo hizo en este matrimonio de amor incondicional. Y tras el partido de ayer, el coctel perfecto en mi mente con las dosis justas de alegría, tristeza y añoranza. Y después, la almohada, los recuerdos, la cascada de nostalgia. 

Y tras la noche, la mañana que te ofrece lo mejor de todo este universo en verde y blanco. Porque el Betis es más que un resultado, una jugada, un balón por la escuadra o un regate. El Betis es, simplemente, recibir un mensaje de Paco o Manolo preguntándose que es muy raro que Julio no comentase nada anoche en el grupo; es un “ya decía yo que algo pasaba”; es un WhatsApp de Armando o Pablo dando un aliento de ánimo y optimismo o es el audio de Reyes enviando fuerzas y un beso afanoso. La medicina del amor como diría el gran Jon Pascua siempre hace efecto. Por eso, el Betis es una mezcla de amor, esperanza y anhelo. Os quiero, amigos.

Foto Principal: Real Betis Balompié