Reyes Aguilar @oncereyes Por cada asiento vacío hay una familia que está detrás de este equipo. Así se refería Pellegrini con alegría descafeinada, a la sensación de orfandad que sentía tras la nublada victoria ante la Real Sociedad, donde el silencioso graderío no respondió como acostumbra; escaleras y vomitorios llenos de un eco ensordecedor de pura nostalgia, de desarraigo.

¿Cómo hubiese sonado la niebla con las 55.000 almas en el campo latiendo por ellos? ni pensarlo quiero, queremos, no necesitamos que nos expliquen a que suena lo que duele, lo que además de despojarnos de lo nuestro, de nuestras tradiciones, de los abrazos y los besos, nos quita también nuestro Betis en días donde le da por hacerse caso, vestirse de él mismo y demostrar que cuando quiere, es Mucho Betis. ¿Cómo hubiese sido la prórroga, la previa, el post partido?, ¿cómo hubiésemos llevado al equipo en volandas entre las palmas, el aliento y los cánticos?.

Pellegrini lo sabe, por eso se acordó de quienes están detrás de esos asientos vacíos, verdaderos protagonistas de lo que esconden las trece barras, como Juan Carlos, a quien no le pesa coger carretera y venir al Villamarín desde Carcabuey, a dos horas desde la Palmera llueva, truene o ventee, o Rafael, con toda su prole, sus bocadillos y sus pipas desde Mairena del Aljarafe, ejemplos de tantísimos asientos hoy vacíos pero llenos de un beticismo que anhela reencontrase, venido de todo los pueblos en autobuses que aguardan en los alrededores o desde sus barrios, inundando los aledaños de pasos, de coches, de jolgorio, de alegría, de nervios, de banderas, de bufandas, de motos, de risas, de bicicletas, de verde y de blanco o de esos niños que llegan a sus casas siendo más béticos que tres horas antes.

Asientos vacíos de nosotros, sus béticos, los que volveremos porque nunca nos fuimos aunque no estemos, porque no hay quien nos despoje del arraigo de nuestra razón de ser, el abrazo de aquellos y aquellas que estando lejos sentimos cerca o el recuerdo de los que no volverán porque cambiaron la grada por el cuarto anillo. Para ellos mis palabras, mi agradecimiento por hacerme bética, por regalarme esta pasión inexorable y para ellos también las lágrimas de Borja Iglesias, donde cabe la esencia y el espíritu del Manquepierda. Asientos ahora vacíos pero ocupados por los que nos hicieron béticos porque sí, a pesar de todo y para siempre, aquellos de quienes nos acordamos la noche del martes mientras la niebla bajaba a decirle al césped del Villamarín que ser bético, es una cosa muy grande. 

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