JJ Barquín @barquin_julio Soy de los cincuentones que vivió a ese equipo irregular, a ese Curro Betis, que nos daba más decepciones que alegría. Ese Betis de Mühren, Anzarda, Cardeñosa, Diarte, Morán, Cobo, Gordillo, Alabanda o Megido. Esa época donde hubo muchos béticos a los que ni les gustaba el fútbol. Un tiempo romántico, donde se entendía el beticismo como un sentimiento de pertenencia, de grupo, de amistad. De disfrute y de sofocos, pero donde las trece barras eran lo realmente importante.

Después de años de incertidumbre y de tantas vicisitudes, la llegada de ABA fue un soplo de aire fresco para ese Betis anquilosado en el tiempo, sobrepasado por los avances, los métodos, las nuevas tecnologías y sumido en los juzgados. Un club más preocupado por los temas concursales que por generar negocio y éxitos para su maltrecha afición. Una época de penurias donde también hubo grandes alegrías y sonados batacazos, como manda nuestra historia. Pero en algo en que todos coincidimos es que este Betis, nuestro Betis, debe competir con los mejores porque así lo exige la institución y la magnificencia de su afición repartida por todo el mundo.

No soy sospechoso de querer lo mejor para el Betis, pues es lo mejor para todos los béticos. Eso sí, sin llegar a los grados de exigencia absurdos e irreales de algunos hoy en día. He creído y sigo creyendo en el proyecto de Haro y Catalán. Pero lo cortés no quita lo valiente. Apoyar no implica la ausencia de análisis y crítica. Ya van casi 5 temporadas en el cargo y los números no terminan de salir.

Se ha modernizado el club y se están poniendo las bases para crecer hasta la máxima excelencia. Pero los guarismos hablan para bien y para mal. En 5 años se ha duplicado con creces el presupuesto, pasando de 45 millones de euros en la 2015/16 hasta los actuales 162 millones de euros. Pero también en cinco años, se han disputado 173 partidos de liga, de los que se han ganado 59, se han empatado 42 y se han perdido 72.

Son cifras para sacar pecho en lo económico, pero no en lo deportivo. Más bien para hacer autocrítica desde la planta noble. Hemos pasado de los armarios con naftalina a las maderas nobles. De un club medieval en todos sus conceptos a un Betis profesional y avanzado en todos sus departamentos. El cambio ha sido brutal, estratosférico. Pero, en lo que no hemos cambiado, es que seguimos perdiendo más que ganando. Y eso, perdónenme, en un club de fútbol que quiere cambiar su historia es algo esencial.