Pablo Caballero Payán @pablocpayan La temporada del Real Betis Balompié está siendo un fracaso absoluto, mayúsculo e inexcusable. Culpables hay por doquier, cada uno con su cuota de culpa y responsabilidad, y urgen medidas contundentes para revertir la situación antes de que ésta se complique aun más. Con las prestaciones y el rendimiento que viene dando el equipo en el último mes y el calendario que tiene por delante (Valencia, Real Madrid, Sevilla, Granada y Athletic) da pavor pensar cómo puede estar el panorama en abril.

La actual plantilla bética está capacitada para rendir a un mayor nivel. Y lo está por nombres, por la calidad de sus futbolistas, por la trayectoria de ellos y porque, a cuentagotas, lo han demostrado esta temporada con partidos muy buenos. Por supuesto todo es mejorable, se pueden subsanar errores y se puede sacar un poco más de jugo, pero no creo que el principal problema radique en la incompetencia del plantel verdiblanco. Evidentemente no pueden irse de rositas los jugadores, pero no son los principales culpables. Para buscar a los máximos responsables de este fracaso hay que mirar, principalmente, al cuerpo técnico y a los dirigentes de la entidad de Heliópolis.

Rubi y su staff no han sido capaces de poner al Betis en el lugar que le corresponde. Salvo en contadas ocasiones, el equipo bético se ha mostrado endeble, ineficaz, insolvente, inseguro y sin un patrón de juego concreto y palpable. Pareció dar con la tecla al situar a Edgar como pivote defensivo en la fase de ataque y como tercer central a la hora de defender, pero tras el partido frente a la SD Eibar el jugador catalán ha desaparecido del mapa. Incompresiblemente, Rubi ha cambiado lo que estaba funcionando y, obviamente, los resultados han ido a peor. El técnico de Vilasar de Mar ha vuelto a su idea de principio de temporada, cortando de raíz el crecimiento del equipo y tirando por la borda una recuperación que se ha quedado en un simple amago, en un par de brotes verdes.

El clima actual es insostenible y el futuro inmediato nada halagüeño, e incomprensiblemente, la inacción es la respuesta que se transmite por parte de Haro y Catalán. El equipo, que va a la deriva, necesita un cambio de rumbo radical, pero el tiempo sigue corriendo y no se toman decisiones. El nuevo fracaso del proyecto verdiblanco puede tener consecuencias nefastas. La sombra del descenso, todavía lejana, es una amenaza que debería apremiar a la Directiva para revertir la situación. Hagan algo y háganlo ya, que después todo son todo lamentaciones. No alimenten a alimañas del pasado que están al acecho. Urge una reacción. El tiempo de ustedes se agota.

En el mundo manda el tiempo, 
que es el único inmortal que
va poniendo en cada espacio cada cosa,
el que todo lo destroza 
o convierte en realidad
.

Juan Carlos Aragón Becerra