Pablo Caballero Payán @pablocpayan La pretemporada del Real Betis Balompié está próxima a llegar a su ecuador y los resultados de los amistosos aportan más sombras que luces. Aunque si les soy sincero, a mi no me dice nada que se gane, se empate o se pierda en el mes de julio. Hay otros parámetros que son más objetivos y fiables para evaluar el rendimiento del equipo a estas alturas del mes de julio.

Para empezar, la pretemporada sirve para interiorizar los fundamentos tácticos que quiere implantar el entrenador y para ponerse en la forma física adecuada para aguantar los diez meses de competición. Y a esto, hay que añadirle el hándicap de que aún le faltan a la plantilla que entrena Quique Setién jugadores que han de ser fundamentales para el equipo. Sin dar nombres porque no dispongo de una bola de cristal, estos futbolistas ocuparían los puestos de centrocampista de cierre, centrocampista organizador/ofensivo, un extremo y un delantero.

Por tanto, el trabajo que queda por delante es importante y complicado. Creo que los fichajes que se han hecho hasta la fecha son interesantes y, siempre a priori, mejor de lo que había la temporada pasada. Pero de nada servirá si no se acierta con las imprescindibles incorporaciones que todavía están por llegar. Esperemos que para la concentración que hay prevista en Alemania dentro de unos días estén estos futbolistas a las órdenes del técnico cántabro.

Lo que no logro entender y me asquea es la cantidad de mensajes catastrofistas, tremendistas, insultantes e irrespetuosos que inundan las redes sociales. Yo comprendo que los béticos estemos hartos, cansados y en estado permanente de alerta, pero de ahí a vaticinar una apocalipsis verdiblanca es una temeridad. Menos mal que, por lo menos yo, le presto poca o insignificante atención, porque de lo contrario, la solución sería saltar al vacío desde el Puente del Quinto Centenario o retirarme a un templo budista del Tibet.