JJ Barquín @barquin_julio La semana pasada me llegó al móvil una interesante reflexión del gran Perico Delgado. Recapacitaba sobre las enseñanzas que les estamos transmitiendo a los más jóvenes en esta sociedad. Vivimos en una comunidad donde solamente se valora el éxito, la victoria. Poco importa el trabajo, el sacrificio, el esfuerzo personal. O ganas o no vales. El segoviano recomendaba que debiéramos enseñar a perder, fundamentalmente porque es lo que ocurre con más frecuencia en la vida. Estamos criando y alimentando a una sociedad de mentira, virtual, de jóvenes que viven en una burbuja y de mayores con el horizonte perdido.

Esa puede ser una de las causas de la situación de ira, fastidio, malestar, de colera colectiva que se está apoderando del Villamarín en los últimos tiempos. Las gradas están llenas de béticos que confunden la exigencia con la obligación. Y eso es mal asunto. Todos queremos un Betis fuerte y grande, con buenos jugadores y que consiga grandes triunfos deportivos. Pero todo proyecto lleva su parte de tiempo, de paciencia y de unión. E, incluso así, puede que no se obtenga el éxito.

En este contexto, quien escribe se sintió siempre orgulloso de pertenecer al único club del mundo que tiene un slogan que hace referencia a la pérdida. Como decía el Catedrático de Lengua y Literatura y gran bético, José María Pérez Orozco el Betis es el único equipo en el universo que tiene un arcaísmo en su slogan y que hace mención a un concepto inusual en el mundo del deporte, la anti competitividad. El fútbol es una cosa y el Betis otra.

Mi pertenencia a las trece barras viene, como la gran mayoría de béticos, por las influencias familiares. Y estos me enseñaron que el Betis estaba por encima de los entrenadores, jugadores, directivos. Incluso de las derrotas y, por supuesto, de las victorias. Que al Betis se le quería más cuando peor se ponían las cosas, cuando el pozo se hacía más profundo, cuando el abismo estaba más cerca. Que lo fácil era estar en los buenos momentos pero que lo difícil era seguir queriéndolo cuando la balanza de derrotas es siempre mayor que la de victorias.

Será por eso por lo que ahora siempre veo la balanza más llena que vacía. Porque he visto plantillas peores, temporadas nefastas, directivos incapaces, instalaciones mejorables, etc. Será por eso que ahora entiendo que no ha sido la mejor temporada pero que es un paso necesario para seguir construyendo un proyecto que nos puede llevar lejos. Por eso no critico a mis jugadores, no los ridiculizo a mi capitán; no desprecio a mi entrenador, no me burlo de los técnicos, no pongo a parir a los dirigentes. Y, por supuesto, apoyo a mi equipo por encima de todos y de todo. Gano y pierdo contigo.

Decía hace poco Jon Pascua que el secreto de la felicidad, si es que existe, es tener grandes sueños, expectativas moderadas y necesidades pequeñas. Y resume perfectamente mi identidad con el sentimiento verdiblanco. Yo con el Betis siempre tengo inmensos sueños, prudentes esperanzas y muy pocas necesidades, pues con pertenecer a él ya tengo bastante. Lo demás vendrá seguro, si es que viene.

Foto: Onda Bética