JJ Barquín @barquin_julio

Te escribo tras tu gesto del pasado Domingo cuando marcaste frente al Leganés. Fue una reacción fea aunque disculpable porque en el campo los nervios y la tensión son brutales y una mala acción la puede tener cualquiera. Es comprensible pero no estaría mal que ofrecieras una disculpa pública para con tus aficionados, que son los que pagan por ver fútbol, ese que no has ofrecido desde que llegaste de la ciudad de los Medici. Unos aficionados que están un poco hartos de tu desidia y pasotismo, de tus errores defensivos, de tus despistes en jugadas a balón parado y de la poca aportación en ataque. Unos aficionados que pagan para disfrutar y que aplauden o critican con todo su derecho.

Aún así, es la vida que elegiste, la de futbolista, y deberías estar preparado para saber soportar la presión, la tensión y esa angustia de tener que ser juzgado por miles de espectadores. Por eso, he pensado que dentro del staff profesional de un club tendría que haber siempre un psicólogo que trabajara las facetas mentales del equipo, que no son juego, pero que también son muy importantes en un equipo de fútbol. De hecho, creo que un buen granito de arena del éxito del Betis de Pepe Mel lo tuvo Patricia Ramírez.

Querido Piccini, mientras tanto, permíteme que te ofrezca mi humilde recomendación: mira hacia el centro del campo y hacía la delantera y sigue los caminos de dos de tus compañeros. Fíjate en Dani Ceballos y en Alex Alegría. Fíjate en dos jugadores que no han pasado un buen momento con el anterior entrenador, que han sufrido el banquillo, que cuando han salido han recibido alguna crítica o silbido y que, sin embargo, han callado, han hecho autocrítica y han trabajado como fieras para poder cambiar esos silbidos en aplausos. Fíjate en esos dos compañeros que trabajan, luchan, corren como jabatos, entran mordiendo y se dejan todo lo que tienen en el césped. Esa es la única forma de cambiar esos pitos por el cariño de la afición. Y sinceramente, creo que lo puedes conseguir.