Reyes Aguilar @oncereyes

Ayer, 28 de abril, se cumplieron 89 años de aquel Betis de apellidos vascos que sin corona, ganaba la Liga, su Liga. Habrá otras Ligas, otras finales, otras Copas, pero ésa, era la que tenía que ganar aquel equipo humilde hecho de retales amparado por intelectuales y gente de la calle, como muestra de su razón de ser, de su personalidad, de su pertenencia, porque aquella Liga sembró la simiente de todos los Betis que le precedieron. He oído, con emoción de bética y de bética escritora, como aquella Feria de Abril de 1935 en la que el Betis Balompié se proclamó Campeón de Liga, fueron a buscar en coches de caballos cerca de Carmona, a aquella camioneta que desde Bilbao, previo paso por Santander, traía a aquellos campeones cuya alineación se recita desde el corazón; Mr. O´Conell, Urquiaga; Areso y Aedo; Peral, Gómez, Larrinoa; Saro, Adolfo, Unamuno, Lecue y Caballero, así como a Timimi, Espinosa, Rancel y Pepe Valera. En la flecha verde no podía caber más beticismo de verdad, en ella venía la copa que recogía Unamuno en Bilbao con el orgullo de haber dejado atrás ese 5 a 0 de Santander que se anunció en las pizarras de los bares y en los paraguas, y que quedó cosido a nuestra historia bordado entre las trece barras y que inundó de una más que necesaria alegría a una ciudad inmersa en mil necesidades, pero es que el Betis es así, anárquico y apasionante e inexplicable a veces; hubo que pasar por encima de tres todopoderosos campeones como el Barcelona, el Athletic y el Real Madrid para conseguir la hazaña. Fue la pluma de otro intelectual bético, Andrés Martínez de León, aquel ilustrador amigo de Lorca o Chaves Nogales, el mismo que acompañó a Miguel Hernández en el frente de Jaen y que diseñó el escudo de nuestra bandera autonómica, quien en voz de Oselito, contó la gesta y creó la leyenda del Manquepierda que recoge nuestra esencia, para gloria de nuestra historia, la misma que estamos condenados a repetir; un equipo campeón que poco después se enfrentaría al infierno del exilio, la Guerra Civil, y Tercera, a los campos de albero, a los tranvías y a la gloria de Benito Villamarín, un equipo que ganaría la Primera Copa del Rey y que descendería a Segunda acto seguido, no sin antes eliminar al Milán de Fabio Capello con un golazo de Javier López, como siempre. Nuestra historia es esa, reivindicación, cultura y humildad; señorío, elegancia y albero, nunca olvidarnos del albero, por donde rueda el Betis de barrio, de plazoleta, de pueblos, de transistor, aquel que es invencible e imbatible porque se lleva en el corazón aunque gane cuando pierda, de generación en generación, el del Rio Grande, el de Sánchez Mejías, aquel torero, intelectual y mecenas de la Generación del 27 que antes que nada, era presidente del Real Betis Balompié. ése que tan bien definió el poeta, periodista y bético Francisco Montero Galvache; aquel que resucita de todas sus muertes.

Balompié, esencia, tradición, idiosincrasia y sevillanía, y el que pueda; que empate.

Foto Principal: https://historiacolor.wordpress.com/2016/12/30/real-betis-balompie-1934-1935/