Pablo Caballero Payán Llegó ayer en Bilbao la primera derrota del Real Betis Balompié en la presente temporada en un partido en el que los errores, ajenos y propios, fueron los claros protagonistas del encuentro. Tras un comienzo arrollador y esperanzador, todo se fue al garete cuando el Athletic Club logró el 1-2 con la inestimable ayuda del VAR y del árbitro principal del choque.

A los nueve minutos mandaba el conjunto verdiblanco por 0-2 gracias a los goles de Willian José e Isco. Se preveía una noche placentera en la capital vizcaína, pero todo se torció a la media hora de juego. Soto Grado estimó como penalti la caída de Nico Williams en área bética y, pese a que el VAR le advirtió que era dudosa la acción, concedió finalmente la pena máxima. Lo mas extrañó de la jugada y lo que genera más polémica es la fraudulenta manera de tirar las líneas del fuera de juego, que era claro del atacante local. El caso es que dieron validez a la jugada y tras recortar distancias en el marcador el Athletic Club llegó la debacle bética. Y ahí es donde no hay justificación posible. Es entendible el enfado de los jugadores por la injusta acción, pero irse por completo del partido y pasar de ser un equipo sólido, inteligente en la presión, rápido en los contraataques y solvente en defensa a ser un conjunto ramplón, sin alma, carácter y frágil defensivamente va un abismo.

Al Real Betis anoche le faltó empaque, personalidad para afrontar el error arbitral e inteligencia para saber gestionar un partido que iba ganando pese a la ayuda externa que recibió el rival. Es imperdonable que tras encajar el primer gol el equipo bajara los brazos y permitiera a los bilbaínos irse 3-2 al descanso. También careció de recursos en el banquillo para haber afrontado la segunda parte de otra manera y haber intentado que el juego se volviera a desarrollar por los caminos del inicio del encuentro. No volvió a competir el conjunto de Pellegrini, que se quejó (con razón) de que le faltan efectivos en la creación y en ataque para ser más competitivo. Quedan menos de cuatro días para el cierre del mercado estival y Ramón Planes debe cerrar las incorporaciones de, al menos, dos o tres jugadores en las parcelas demandadas por el técnico chileno y un central que supla la más que presumible marcha de Luiz Felipe.

La temporada no ha hecho nada más que empezar y las sensaciones, pese a la derrota de ayer, son positivas, pero si se quiere seguir creciendo hay que ser ambiciosos y dotar de recursos aprovechables a Manuel Pellegrini que, por otra parte, tiene que intentar corregir errores como los cometidos en San Mamés. Es imprescindible mejorar en la gestión de las frustraciones, aspecto que ya la temporada pasada fue manifiestamente mejorable.