Pablo Caballero Payán Se acercaba el final del caluroso y sofocante partido del pasado domingo y un amplío sector de los casi cincuenta y dos mil espectadores que se dieron cita en el Benito Villamarín empezaron a entonar el cántico que ya sonó en el mismo escenario durante la celebración del título copero de 2022: ¡Guido quédate, Guido quédate, Guido quédate!

No es para menos. El mediocentro argentino es un futbolista imprescindible para Manuel Pellegrini y es de los mejores jugadores de la La Liga en su posición. Además, en estas dos primeras jornadas ligueras, ha formado una dupla en la medular con Marc Roca que genera mucha ilusión y confianza por las prestaciones que han mostrado ambos, dándole al centro del campo bético una consistencia y una solidez bastante interesante. Futbolísticamente es absurdo debatir si Guido se debe quedar o no en el Real Betis Balompié. Desprenderse de un pivote que lleva tres temporadas rindiendo a un nivel espectacular es una mala decisión. Encontrar un sustituto que ofrezca un rendimiento similar es una tarea ardua y un riesgo enorme. El equipo, probablemente, se vería mermado y el entrenador chileno perdería a una pieza fundamental en su tablero.

Pero esta disyuntiva tiene varias caras y en el fútbol, muchas veces, no prima lo que ocurre sobre el terreno de juego frente a otros condicionantes. El caso es que el contrato de Guido Rodríguez acaba en junio de 2024 y el jugador no ha aceptado las ofertas planteadas por el Real Betis. ¿Qué debe hacer la dirección deportiva liderada por Ramón Planes? ¿Debe aceptar la primera oferta medio decente que llegue por el jugador a sabiendas que es perjudicial para el rendimiento del primer equipo? O, por el contrario, ¿hay que rechazar cualquier propuesta y confiar en que el argentino termine renovando? Esta última opción tiene un riesgo enorme, porque puede ser que Guido termine yéndose gratis y el club, a parte de perder a un jugador magnífico, no vea ni un solo euro por su marcha.

¿Y cuál es la solución a este complicado asunto? Pienso que debe primar la necesidad que existe en la entidad verdiblanca de ingresar dinero, aunque esa venta sea una decisión impopular y, si se hace, se hará por un precio menor al valor del futbolista al terminar su contrato en menos de un año. Si se hace de esta manera, la lluvia de críticas hacia el club será copiosa. Y si no se vende ahora y se marcha gratis en junio de 2024, también arreciarán los juicios y opiniones negativas hacia los directivos verdiblancos. Lo ideal sería que de aquí a final de mes Guido Rodríguez alcanzara un acuerdo de renovación con el Real Betis, pero, lamentablemente, parece harto improbable a estas alturas de la película.

Foto Principal: Kiko Hurtado