Reyes Aguilar @oncereyes El corazón verde me late como nunca y más verde que nunca porque en parte, regresamos a nuestro origen, dentro de la emocionante historia de aquel estudiante bético natural de Cazalla de la Sierra que se trajo de Glasgow la verticalidad del verdiblanco a cambio del azul y blanco del campo de la Mariana. Estrenamos ilusión europea y yo sigo con el corazón a flor de piel y arrugado por la lección de Manquepierda con mayúsculas que ese bético porque sí, nos ofreció en Granada desde la cruel camilla donde no debería estar. Seguro que volvió feliz a su casa gracias al corazón de la ambulancia que lo hizo posible y al de un equipo que en representación de su capitán, le entregó la camiseta firmada por los elegidos para ocupar una parte del corazón de ese niño bético. Corazón enorme el de Joaquín, y el de Canales, con ese beso al escudo que despeja cualquier incógnita si las hubiere, aparte de regalarnos un gol maradoniano que aún retumba en la ciudad de la Alhambra. Y no en esa carrera, ni en esos regates ni en ese golazo está la verdadera esencia bética, lo está en ese beso al escudo y en ese aquí estoy yo, que he vuelto si es que alguna vez me he ido, que demuestra la verdadera fe en lo que se lleva bordado a la izquierda, en la fuerza cada vez que supera una adversidad más de tantas. El gol de Canales,  los ojos del capitán reflejando aquel verde que sobre la bandera de aquel niño es verdadero verde de la Esperanza, el maravilloso tanto de Rodri, criado en la cantera como un bético más y el reencuentro con las raíces cuando el EuroBetis se vista de gala para recibir a quien nos pintó el corazón a rayas verticales. Todo me tiene el corazón alborotado, encogido y pletórico a la vez, es por ello que pienso que el Betis trasciende a lo meramente deportivo, por las historias ajenas a lo futbolístico; los tranvías, la marcha verde, las rifas, las tortillas, la fidelidad, la lealtad, las madres de los béticos, los padres de las béticas, el pellizco cuando recibimos el carné o los nervios de un partido que es más que un partido, porque viene quien nos tiñó de verdiblanco nuestro aliento en la bandera, en el escudo y en nuestra filosofía de vida. Por todo lo dicho anteriormente y por tantas cosas que me dejo en el tintero, porque más allá de los resultados, de los goles y de los árbitros, es el Betis el motor de las ilusiones, lo que hace mover la máquina de la felicidad, lo que genera unas emociones extraordinarias que cada bético y cada bética guarda en su alma entre goles, besos de buena suerte, abrazos de alegría y recuerdos de toda una vida en verdiblanco; es el Real Betis Balompié más que un equipo de fútbol, es una manera de ver la vida, de afrontar la dificultad, un vehículo para transmitir y compartir el entusiasmo, ya sea desde las botas de Rodri, la camiseta de Miguel llena de Esperanza, los ojos de Joaquín con el corazón en el brazalete fuera y dentro del césped o por Canales, quien no necesita besar el escudo porque es el escudo quien besa el dorsal número diez cada vez que salta al VIllamarín, donde tantísimos corazones laten presos de aquel verdiblanco que vino de Escocia, al ritmo del alabim, alabam, a la bim bom bá.

Foto Principal: efe.com