Reyes Aguilar @oncereyes Ya no duele la derrota ni alivia la victoria, solo la decepción enquistada y la desilusión acumulada. Los dirigentes, el cuerpo técnico, el intachable secretario técnico que venía con la escoba dispuesto a barrer todo lo que sobraba, el entrenador que se hunde en el banquillo con cara de dónde estoy, el Presidente que no da la cara y los futbolistas carísimos que llegaron a bombo y platillo para arrastrar el escudo.

Para ellos este Betis que no es mío, porque ya ni me representa ni me identifica, ni en su lucha inexistente ni en su descorazonada cobardía e inaptitud. Ese Betis ya no es mi Betis, que se queden con su televisión, su ciudad deportiva y su equipo de baloncesto que yo seguiré soñando con un equipo que, gane o pierda, salga a la hierba con las trece barras latiéndole en el corazón, en las botas y en la garganta. Mientras eso llega seguiré renovando mi fe verdiblanca año tras año porque el Betis que me identifica me corre por la sangre, es parte de mí y abraza mi apellido manquetodo, y porque prefiero mil veces ese Betis alanceado pero nunca muerto, ese Betis humilde de Jaén, de Huelva, de ascenso en Burgos, de horas y horas de coche, de autobuses de peñas a donde fuera y de huchas con monedas de euro para el carnet de la temporada próxima, la que de verdad, sería la buena.

Prefiero aquel Betis de canteranos  de aquel año cuando fuimos los mejores; Rivas, Capi,  Dani, Doblas, Cañas, Varela o Joaquín, sangre verde con conocimiento de causa de lo que llevaban cosido a la izquierda de la camiseta, justo donde el corazón late tras más de cien años de historia. Les prefiero a ellos porque sabían dónde estaban, de dónde venían y a quien sucedían, porque les dolía y porque escuchaban a la afición alentarles como ellos solo saben, porque lo merecían. Prefiero mil veces más aquel Betis romántico del 77 que nos guste o no, es lo único que nos enorgullece después de más de cuarenta años, lejos de oropeles, de quimeras, proyectos ilusionantes, dirigentes nefastos y pare usted de contar.

Ese Betis si era el Betis, mi Betis güeno, el que me despertaba cada domingo con ilusión por ir al Villamarin, el de reunirse para verlo perder cuando debía ganar y ganar cuando debía perder, ese Betis que me contaron con lágrimas en los ojos, de béticos que quisieron al Betis más que a su sangre, como Andrés Aranda, como Villamarín, como mi padre, como tantos béticos y béticas. Ese Betis de banderas, de a la bim, bom, bá, de pellizco y sin estridencias es el Betis que me representa, sin falsas promesas y sin lo más importante, jugadores y dirigentes que desconozcan u olviden, que para que ellos estuviesen ahí, hubo gente que en bicicleta, acudía a los pueblos a ver al Betis jugar por los difíciles campos de Tercera División. 

Ese Betis sí es mi Betis, mi Betis güeno. El de ahora, para ellos.

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