Pablo Caballero Payán @pablocpayan Se murió Diego Armando Maradona. Desde ayer el fútbol está huérfano del futbolista más carismático de todos los tiempos y, en mi humilde opinión, del mejor pelotero que haya pisado un césped en toda la historia del balompié. No fue un ejemplo fuera de los terrenos de juego y su vida estuvo rodeada de polémicas e insanas circunstancias que le han provocado su temprana muerte. Hace unos pocos días hablando con un amigo argentino decidí escribir este artículo. Jamás pensé que tendría que escribirlo tan pronto.

Mi admiración por Maradona está documentada desde que yo tenía tres años. Mi padre conserva una cinta de casete con una grabación que se hizo en la fiesta de fin de curso del colegio de Aznalcázar donde daba clases. Me subió al escenario y me hizo la típica pregunta de que qué quería ser yo de mayor. Respondí que futbolista, como Cardeñosa y Maradona. Buen gusto tenía, no me lo podrán negar. Mi admiración por el diez argentino fue en aumento cuando vi el Mundial de Italia de 1990. Después llegó su primera sanción por dopaje, la salida del Nápoles y su llegada al Sevilla FC. Entonces no asimilé lo que supuso aquello para mi condición de bético. Eso llegó más tarde, pero tuvo su importancia.

En 1992 el Real Betis Balompié deambulaba por la Segunda División con muchísimos problemas económicos y con la sombra de la desaparición rondando por Heliópolis. Yo era un niño de diez años que tenía que aguantar, como todos mis compañeros béticos, las burlas de los sevillistas del colegio. También tuve que sufrir a un vecino con más años que una cancela y con muy mala leche, al que no le importaba mi edad para machacarme cada vez que se cruzaba conmigo por la calle, intentando que yo me sintiera humillado por el hecho de ser del Real Betis. Y en esas estábamos cuando nuestro eterno rival se hizo con los servicios de Maradona. Ya tenía yo la excusa perfecta para cambiar de bando. ¿Por qué tenía yo que soportar todo aquel calvario? ¿Por qué no me hacía del equipo en el que iba a jugar mi ídolo? Supongo que no lo hice porque siempre, para lo bueno y lo malo, he sido de ideas fijas.

Por eso siempre respondo igual a todo aquel que me pregunta que por qué soy bético: soy del Real Betis porque crecí en una familia bética y porque, cuando tuve la edad suficiente para elegir mi camino, ni Diego Armando Maradona me desvió de él. Soy bético maque Maradona. Confieso que ayer se me hizo un nudo en la garganta cuando me enteré de la noticia. Que descanse en paz el barrilete cósmico, el que no se sabe de qué planeta vino para dejar en el camino a tanto inglés, el que le robó la mano a Dios. Diego, gracias por tu fútbol y hasta siempre.