Armando Rendón Aguilera @armandoren Tras lo acontecido el pasado lunes en el nuevo San Mamés y liberado ya, en cierta medida, de esa incandescente quemazón que me hizo desconectar en los últimos minutos de partido, me atrevo a compartir desde esta tribuna algunas reflexiones sobre lo que vimos y vivimos en el impecable césped bilbaíno. Incluyo el vivimos, no de forma aleatoria o circunstancial, sino de forma radicalmente intencional. El bético vive lo que sucede en torno a todo lo que le ocurre a nuestro club de las trece barras, yo también como parte de la infantería bética, creo que, de forma diferente al resto de los aficionados de otros clubes y por ello, posiblemente, nos reconocemos como diferentes para bien.

En esta casa, nuestra casa, hemos visto pasar jugadores de todo tipo de “pelaje” y categoría, buenos, malos y muy regulares. Hemos navegado por categorías no acordes a nuestra masa social e historia. El bético es fiel seguidor de los valores en verdeyblanco, del manquepierda. Pero que a nadie se le olvide lo que supone enfundarse nuestra camiseta, especialmente a aquellos que forman parte de nuestra casa cobrando como profesionales que lo son y a los que, a veces, solo un contrato parece unirlos con nuestro presente y futuro, sin ofrecer la contraprestación del rendimiento debido.

La exigencia de la honestidad y la honradez profesional es algo por lo que no vamos a transigir. La vergüenza que pasamos el lunes es similar a la que se produce al sentirse abandonado y engañado por alguien querido y al que, sin embargo, no le importa lo más mínimo el dolor que causa. Esto va de liderazgo, refuerzo de identidad y exigencia, sí exigencia. Lo del lunes fue patético y doloroso. Futbolísticamente, el partido de Moreno, Sidney, Sanabria, Emerson, Tello, Victor Ruiz (sus primeros treinta minutos de encuentro no los perpetra ni un juvenil) y especialmente, muy especialmente de William, fue para olvidar. La falta de intensidad y de decencia, debe tener consecuencias deportivas. La falta de “sangre” y hambre que había el otro día sobre el campo eran más que preocupantes. Cualquiera que haya jugado al futbol habrá escuchado aquello de tienes la “sangre como horchata” o “te daba un alfiler para que estuvieses despierto todo el partido”. No les digo lo que yo le hubiese dado a cada uno de los nombrados para que se enterasen de la camiseta que defendían.

Entendiendo que nos jugamos la temporada con ellos y que el míster debe atemperar su reacción, que a buen seguro sería muy radical, por parte del Club y sus responsables sí debe haber algo más que un “no pasa nada”. Sí, sí que pasa. No se puede tirar el escudo al suelo de esa manera, no es permisible y así se lo deben hacer saber los dirigentes a la plantilla. Lo que vivimos el lunes genera una desconexión y un desapego tremendo, por muy fieles que seamos. Cuando uno da todo lo que tiene, nada más se le puede exigir. En este caso, como parece que por parte de los protagonistas no hay esa actitud hay que exigírsela, como sea, y tomar medidas, cuando sea, pero actuar. La pasividad de los que pueden hacer algo, los dirigentes, también es objeto de evaluación y el vaso empieza a verse medio vacío, cada vez más y para más béticos.

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