JJ Barquín @barquin_julio La compra de partidos es casi tan antigua como el propio fútbol. La codicia y la corrupción existen en todos los ámbitos profesionales y el fútbol no iba a ser menos. Todos los que viven dentro del balompié han reconocido que, como las meigas, “haberlas haylas”. La pena es que siempre lo confiesan en petit comité y cuando están fuera de ese mundo. Siempre hubo primas por ganar y todo cristo las aceptó sin rechistar. Para mí son inconcebibles. Primero, porque es una práctica delictiva y, segundo, por la profesionalización del fútbol actual y los sueldos que se manejan entre los jugadores.

El problema mayor es que también existieron para perder y eso es lo que degrada este deporte hasta el límite de lo más indigno y patético. Hace unos meses los medios se hicieron eco del caso Oikos. Once detenidos, jugadores de primera y segunda e incluso un presidente (S.D. Huesca), acusados de formar una organización criminal dedicada al amaño de partidos para obtener beneficios en apuestas deportivas. Otro cáncer que se suma a la voracidad del ser humano.

Paulo Futre aseguraba que Gil les pidió que perdieran un partido contra el Espanyol en la temporada 90-91. En Italia, el famoso caso Calciopoli implicó a equipos como la Juventus, Fiorentina o Milan en la compra de árbitros del Scudetto. El problema también afectó a la liga alemana. Nadie escapa de ese cáncer de compra y venta de partidos.

El caso Osasuna implica de lleno a jugadores del Real Betis. Ya no es que el ex gerente del club navarro, Ángel Luis Vizcay lo declare, sino que la Policía tiene rastreos de los móviles que los jugadores utilizaron para recibir el dinero en un parking de la ciudad. Se pago para ganar y también para dejarse perder. Esa plantilla traspasó todos los códigos éticos y morales y deberían pagar por ello.

Pero también salpica a la institución. El Betis también ha estado implicado en amaños de partidos algunas temporadas y el club no debería mirar hacia otro lado, ni dejar pasar el tiempo como si lo curase todo. Se debería actuar y tomar medidas como la creación de un código ético que regule los comportamientos de todo el personal del club -jugadores, presidentes, directivos- para que no vuelva a suceder.

Las noticias que llegan desde la Audiencia de Pamplona son muy tristes, sórdidas y como bético me entristecen y provocan mucha rabia. Hablan nuevamente de un fútbol subterráneo, sucio, rastrero, indeseable. Debe erradicarse desde la Liga, la Federación y el Ministerio del Interior, además de contar con todo el apoyo de los clubes que son los verdaderos culpables de esas prácticas.