JJ Barquín @barquin_julio Es lo que comienza a rondarme por la cabeza desde hace unos días. Miedo a la afición. Entiéndanme. Soy de los que cree que la afición del Betis es su mayor y menor activo. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. De ilusionarnos con muy poco y de caer en el pozo del pesimismo más absoluto. Blanco y negro, sin escala de grises.

El equipo de Setién ha realizado una pretemporada espléndida. Con muchos más claros que oscuros y profundizando en el sistema y estilo implantados por el cántabro desde que llegase al paseo de la Palmera. Ha sido el momento de ver a los nuevos fichajes y de comprobar que los refuerzos son un acierto. Nueva sabia para un equipo que necesita mucha calidad para plasmar sobre el césped lo que tiene en la cabeza el míster. Eso, junto a lo vivido la pasada temporada, han hecho saltar las alarmas de la imaginación, la esperanza y una ilusión desbordante en el beticismo.

Ese es mi miedo. Que no todo salga como los béticos pensamos y la frustración y el pesimismo vuelvan a destrozar lo construido por el Consejo, Serra y el cuerpo técnico. Creo que no va a ocurrir pues se han construido unas bases sólidas pero el fútbol, además de un deporte es un juego. Y puede pasar de todo. En una larga temporada muchos son las contrariedades que pueden surgir: malas rachas, lesiones, arbitrajes, etc. Está claro que con un buen equipo tienes más posibilidades de conseguir el objetivo, pero creo que uno de los aspectos fundamentales es alcanzar una unión indestructible entre cuerpo técnico, equipo y afición.

Si conseguimos remar todos en la misma dirección, el Betis estará más cerca de conseguir muchos de los objetivos que se proponga. Pero para eso hace falta paciencia y confiar ciegamente en el trabajo de todos los agentes implicados. Y saber que el rival también juega y tiene sus armas para intentar doblegarnos. El viernes nos visita un equipo que el año pasado terminó jugando de maravilla al fútbol y que, aunque suene a rival propicio para comenzar a ganar, nos complicará enormemente la vida.

Y, por último, un aspecto que debemos cuidar con máximo celo: los béticos no debemos comenzar a atesorar cualidades que son impropias de nuestra historia. La soberbia, la prepotencia y la altanería nunca nos acompañaron en nuestros más de cien años de vida. Nuestras cartas de presentación son la humildad, la sencillez, la pasión, la fidelidad o la esperanza. Y una cualidad esencial: la aceptación de la derrota como un elemento más del deporte y de la vida, que quedó reflejado de manera sublime en ese arcaísmo que es nuestro lema: Viva el Betis manque pierda.