Bien podría parecerse la situación del Betis a una partida triunfal de ajedrez en la que, sometiendo a tu oponente con tu estrategia y táctica, logras el ansiado jaque mate. O incluso al parchís, si consigues ir comiendo fichas rivales y llegas el primero a tu casa. Pero no, el juego de mesa preferido de la entidad de Heliópolis es la oca, y siempre cae en la misma casilla.

Sabrán ustedes que en ese juego puedes favorecerte yendo de oca en oca, de puente a puente y de dado a dado. También corres el riesgo de verte frenado en seco si caes en la posada, en el pozo, en el laberinto o en la cárcel. Pero la casilla que más visita el Betis es la muerte, que te lleva directamente a la salida del juego. Y ahí estamos nuevamente, en el kilómetro cero de una nueva partida.

Otra vez toca empezar de nuevo y el bético, hastiado y cansado de fracasos y desilusiones, ansía de una vez por todas, que la ilusión patológica que sufre en cada comienzo del juego, se vea recompensada con unos resultados acordes a la grandeza de este club, sin obviar de donde venimos, lo que llevamos arrastrado y hasta donde podemos llegar este año: los diez primeros puestos de la tabla.

Si Víctor Sánchez del Amo consigue llegar a la casilla 63 sin sobresaltos y con éxito, tendrá la oportunidad de echar una nueva partida, en la que se le deberá exigir más, para crecer paulatinamente y hacer del Betis un club que deje de pasar apuros, que sea capaz de competir a un nivel decente y del que los béticos nos podamos sentir orgullosos y representados. Trabajo tiene por delante.

Pablo Caballero Payán @pablocpayan