Si por algo se ha distinguido históricamente la afición del Betis era por ser fiel, exigir muy poco y contentarse con menos. Ser del Betis es algo más. Un plus complicado de explicar porque es un club peculiar, con una afición diferente. Su slogan es único en el mundo. Vive manque pierde. Ganar no es una exigencia, es una consecuencia, una posibilidad. Un concepto complicado de explicar en un entorno donde lo máximo es ganar. Pero algo ha cambiado en los últimos años. Estamos desorientados. Seguimos siendo fieles pero parece que hemos perdido el norte, la identidad, nuestro ADN.

Y en ello puede que hayan influido dos factores importantes: la división de la afición y la tremenda ansiedad por igualar los méritos del eterno rival. Del primer punto, habría que indicar que hay tres grupos: los que añoran a Lopera; los que apoyan los nuevos tiempos y, por último, los cansados de todo. Si nos fijamos bien, en mayor o menor medida, la mayoría están desencantados. En ese clima de tensión y hartazgo, todo el mundo opina y, lo que es peor, ataca y arremete contra lo que se ha hecho, se hace y se proyecta hacer. Ya no es que estemos instalados en el pesimismo sino que se ha pasado al derrotismo más absoluto. Nada vale, nada sirve, todo es nocivo. El jugador no se ha puesto las botas y ya no vale. El entrenador no ha dirigido un entreno y es la peor opción que se podía haber traído. Y así, con todo.

Esta situación debe cambiar y debemos volver a ser lo que fuimos, una afición entregada con su equipo, animosa, alegre, desenfadada, esa que pensaba que por encima de los resultados está el escudo y las trece barras. Y también debe volver la chispa, el Betis inesperado, el que ganaba con el grande y perdía con el pequeño. Ese que despertaba grandes esperanzas y después se sumía en el fracaso más absoluto. No debe prevalecer el resultado a la institución.

Por supuesto que se debe buscar la excelencia y la exigencia pero sin olvidar qué somos, de dónde venimos y cuáles son nuestros objetivos. Todos queremos un Betis grande pero no debemos olvidar que no siempre hemos ganado ni hemos sido los mejores, pero que constantemente lo tuvimos en el alma hiciera lo que hiciera. Como dice un cántico, el premio más grande es llevarte en el corazón.

J.J. Barquín