Se fue como llegó, sin hacer ruido y con su humildad característica, reconociendo lo que el club bético como entidad le ha aportado en su vida deportiva y personal. En lo profesional como jugador, ningún bético debe cuestionar a Aïssa Mandi, un defensa cuyo crecimiento ha ido paralelo al de un equipo que hace unos días confirmaba su nueva asistencia en competición europea. Él precisamente, ha formado parte de esas dos plantillas confeccionadas para cumplir este objetivo. Su motivación en el verde ha sido siempre la de un guerrero en un campo de batalla, y perdónenme el símil bélico, pero es que Mandi es aquel soldado al que siempre le confiaría mi seguridad en la línea del frente.

Mandi se convirtió en una pieza fundamental en el tiempo que Quique Setién estuvo dirigiendo a la entidad verdiblanca, disputando partidos realmente memorables. Con Rubi le pasó lo mismo que al resto de sus compañeros, no entendió los planteamientos del técnico catalán y su nivel de juego quedaría estancado. Manuel Pellegrini vio las cualidades del central argelino y claramente lo tuvo como unos de los pilares de su defensa, siendo capaz de recuperar a aquel buen Mandi visto en la 2017-2018. El juego de Aïssa encajaba a la perfección con el estilo planteado por el ingeniero: rapidez, agresividad y anticipación en defensa y, sobre todo, visión y dirección de juego desde la zaga. El Villarreal sabe perfectamente lo que ficha.

Es lógico y lícito que el central norteafricano quiera cambiar de aires, que busque una mejora de su contrato y que aspire a conseguir títulos. Pero también es comprensible que muchos béticos le hayamos cogido cariño en estos años por su forma de actuar y de defender la camiseta de lo que para muchos sí es algo más que un club, es un miembro más de una familia. Mandi, el segundo jugador extranjero de la historia que más minutos ha disputado siendo bético, aunque se vaya, seguirá siendo aquel pariente cercano con el que se pierde el contacto, pero al que siempre se recuerda.

El central también sufrió (como tantos otros jugadores de nuestra familia) la mofa en su día de aquellos que creen estar en la posesión de la verdad absoluta y que necesitan soltar complejos con insultos (lo de Blandi quedará para la posteridad, y no fue en redes sociales precisamente donde comenzaría el núcleo tóxico a llamarle así), ridiculizar aquello que no les cuadra o simplemente atacar a los eslabones débiles de la cadena. Y Mandi lo fue… Un chico joven llegado de una liga menor como la francesa con una inversión nada destacable, desconocido para el aficionado estándar y, además, fichado por un tal Torrecilla denostado por la fauna local desde su entrada en el Betis y que, el tiempo, ha demostrado que su trabajo fue concienzudo y elaborado con mucho tacto.  Mandi fue el quinto fichaje de un mismo año en el que llegaron los Riza Durmisi, Jonas Martin, Matías Nahuel, Musonda Y Felipe Gutiérrez. Han pasado ya 5 temporadas y solo nos queda el recuerdo de cada uno de ellos. La era Torrecilla puede darse por cerrada. 

Hemos dicho que a Mandi ni le gusta el protagonismo ni ser arrogante, también ha demostrado no ser rencoroso y, aunque ha tenido oportunidad nunca ha hecho declaraciones negativas en contra de nadie. Así me gustan los futbolistas, comprometidos con las 13 barras y nada temerosos en mostrar su beticismo, caballeros dentro y fuera de la cancha, profesionales que buscan superarse partido a partido y deportistas que se motivan para batir grandes logros. Y a mí, siempre me gusto Mandi como jefe de una defensa que necesitaba estar plagada de jugadores de los que les duelen caer derrotados y les gusta ganar jugando bien, algo que no está reñido por mucho que nos quieran vender que para ganar hay que regalar el balón, que para estar comprometidos hay que silbar e insultar y que para ser competitivos hay que criarse cerca de Utrera. Adiós Äissa Mandi, sirva este mensaje como una afectuosa despedida y esperanza para nuevos tiempos tanto para ti como para nuestro equipo, en paralelo.

¡Suerte y a por todas!
Nando Ruiz de Alarcón.
Periodista