JJ Barquín @barquin_julio La vida tiene curiosas casualidades. Algunas veces, esas coincidencias se convierten en fatídicas. El pasado viernes, cuando regresaba de entrenar, un amigo me comunicaba que nos había dejado para siempre el gran Antonio Roales. Por la tarde, mi compañero Pablo Caballero me informaba de la muerte de Juan Moreno, hermano de mi buen amigo Pepe Moreno, mesonero y embajador de la provincia de Cádiz en la capital del reino con sus Lambuzos. Definitivamente, se convertía en un día para olvidar.

Y pensé que fue la casualidad la que hizo que fuese Pepe Moreno quien me presentará a Antonio Roales. Recuerdo que estábamos decidiendo el regalo a producir para los miembros del Foro Béticos en la Cartuja. Fue Pepe quien me habló de un tipo que hacía maravillas con la plata en la Plaza del Pan o “Bread Square” como le gustaba decir a Roales. Fue allí donde lo conocí en su pequeño puesto de trabajo y desde el primer encuentro, para ver el diseño del llavero que queríamos producir, me di cuenta del personaje que tenía delante. Un tipo bonachón, simpático, cordial y con un gran don de gentes, supongo que por estar tanto tiempo de cara al público.

Pero después conocí a otro Antonio Roales, el del corazón verdiblanco, cuando comenzó a escribir en BetisWeb. Eran los años donde muchos estábamos en las trincheras verdiblancas luchando contra la dictadura del Ayatolá de la calle Jabugo. Fueron los años de un albañil engominado sarcástico, irónico, punzante y mordaz que no dejaba títere con cabeza. Fueron años de disfrute de un tipo que tenía un sentido de humor especial, fino e inteligente, muy de la Tacita de Plata. Alguna que otra vez le dije que parecía un gaditano de la Viña o del Mentidero y no un sevillano del Tiro de Línea. Después siguió con su arte y su particular visión de la vida y del beticismo en las redes sociales y siempre me declaré un devoto seguidor.

En los últimos meses, estuve enterado de la enfermedad que estaba padeciendo y que le sirvió para darnos una MasterClass de cómo tomarse con humor los problemas verdaderos de la vida. Desde el viernes muchos béticos están rindiendo su pequeño homenaje a un tipo genial que nos hizo reír con sus ocurrencias y su gracia natural, innata. Muchas han sido las referencias al cuarto anillo y su apoyo desde ese onírico espacio figurado.

Yo, querido Antonio no tengo esa fe cristiana y creo que la muerte es el final de todo. Yo, la mejor manera que tengo de ofrecerte mi sencillo y humilde reconocimiento es a través de estas líneas y de seguir viviendo con la alegría y el sentido del humor que nos ofreciste a diario, incluso en los momentos más duros de tu vida. Como dijo alguien, lo que muere es aquello que ya no recuerdas; todo lo que se recuerda sigue vivo. Y tú, seguirás muy vivo entre todos los béticos y los que tuvimos la suerte de conocerte.

Foto: Vanessa Gómez