JJ Barquín. @barquin_julio Reconozco que he sentido el impulso de escribir sobre algunos de los tweets vomitados por periodistas y aficionados de Nervión tras el partido del sábado. Unos comentarios miserables, oportunistas e indignos sobre la lesión de Zouhair Feddal. Pero no merecen ni un segundo de mi tiempo. Ellos mismos se definen.

Tras reconducir mi inicial impulso, quien merece mi atención y la de todos los béticos es el marroquí, Zouhair Feddal. Hace unos meses cuando se anunció la contratación del central, le comenté a mi hermano que era un gran fichaje y puso cara de incredulidad. Será porque en mis años mozos era mi posición en el campo o porque Biosca era mi ídolo desde pequeño, pero siento predilección por los centrales. La casualidad horaria hizo que el año pasado viera muchos partidos del Alavés y, además de Pacheco, Camarasa, Llorente y Deyverson, quede impresionado por el marroquí.

Se lo describí a mi hermano como un central fuerte y corpulento, con gran anticipación, contundente y que ofrecía seguridad, además de ser rápido para su altura. Un central muy competitivo, de los que no se complican, de los que lee con inteligencia cada momento del partido. No era el que más brillaba en ese Alavés que construyó con mucha erudición Mauricio Pellegrino, pero fue pieza esencial para alcanzar cotas impensables por Mendizorroza. En el partido contra el Celta, mi hermano ya comprobó quien es Feddal y al poco tiempo, tras su lesión, los béticos comenzamos a echarle de menos por el gran bajón de resultados del equipo.

Zouhair Feddal Agharbi nació hace 29 años en la localidad marroquí de Tetuán. A los tres años llegó a Figueras y, gracias a ese traslado, sus inicios como profesional se sitúan en el UE Vilajuiga a los 19 años. Tras ese humilde comienzo, Feddal ha sido un auténtico trotamundos del fútbol pues ha pasado por Terrasa FC, San Roque de Lepe, CD Teruel, RCD Espanyol B, FUS Rabat, Parma FC, AC Siena, US Palermo, Levante UD y CD Alavés.

Como puede comprobarse, la trayectoria de Feddal no ha sido un camino de rosas y ha vivido los campos de tierra, los vestuarios desgajados y los sinsabores de las divisiones hirientes. Incluso, tuvo que vivir la quiebra económica del Parma cuando se consolidaba en la Serie A. Tras su periplo italiano, volvió para seguir luchando en la liga española.

Ahora ha recalado en el Betis y ya ha demostrado su arrolladora personalidad. No tiene el brillo de las estrellas, ni acapara grandes portadas, pero es un auténtico líder, un ganador nato. Ha sido titular indiscutible, siempre hace mejor al compañero que tiene al lado, ha otorgado jerarquía a la defensa verdiblanca y encima hace goles importantes. Desde que Ivanov le marcará a Iru, en un Betis-Athletic del 91, no veía rematar un centro como cuando Feddal marcó en el Pizjuán. Imponente. Majestuoso.

Le ha llegado un nuevo reto. Un difícil obstáculo, una dura lesión de la que estoy seguro que saldrá más fuerte. Una vivencia más en esa cruda y difícil vida futbolística que le ha tocado vivir al marroquí. Pero todos sabemos que Feddal es un luchador, un guerrero, un valiente que no se detiene ante nada. Como decía la escritora irlandesa Emma Donoghue, “miedo es lo que estás sintiendo, valentía es lo que estás haciendo”.