JJ Barquín @barquin_julio El Betis de los béticos es una utopía. En breve, comenzará la venta de las acciones que se apropió el farsante de la calle Jabugo y el beticismo tiene una nueva oportunidad de demostrar su amor incondicional por las trece barras. Pero seamos realistas, del dicho al hecho hay un trecho. Cada persona tiene su historia, cada bético su situación personal y la vida no está en estos momentos en modo boyante. Deseo fervientemente equivocarme pero el Betis va a ser de los que tienen pasta, de los que manejan, de los del taco. Lo demás es querer engañarse con historias oníricas.

Muchas veces, yo mismo he pensado que podía ser posible, que ese proyecto de representación masivo podía convertirse en realidad, pero me he dado cuenta que es una absoluta quimera. El fútbol, como los grandes proyectos del mundo, están controlados y dominados por el dinero, por el poder y por sus infinitos intereses. Haro y Catalán demuestran compromiso con sus promesas de sacar ese paquete de acciones
pero con los tramos de precios elegidos, saben que su poder en el club va a crecer de forma exponencial.

Y eso puede ser un contratiempo o una oportunidad. La oportunidad radica en tener poder de gestión, de toma de decisiones, actuar sin tener que cada semana pedir permiso a la infantería. El problema de esa situación es que cojan el Villamarín por montera y se crean que el mundo es suyo. Hasta el momento han demostrado que no tienen comportamientos dictatoriales pero el poder desgasta y suele convertir en tiranos a tipos humildes, en lobos a corderillos inofensivos. Tendremos que esperar acontecimientos para poder comprobar la trayectoria que toman los gestores verdiblancos.

Aún así, lo que no debe olvidarse es que el Betis es un equipo de fútbol y su objetivo primordial es alcanzar las mayores cotas deportivas. Llegados a este punto, muchos pensamos que a la gran mayoría de aficionados les importa un bledo quién sea el presidente o el tirano. Y si no, párense a pensar cuántos aficionados del Valencia CF protestan ahora contra Peter Lim, cuando hace poco más de un año lo querían linchar en Mestalla. Ha bastado una importante inversión, acertar con el entrenador y que la pelotita toque las redes, para que todo sea una balsa de aceite. En el mundo del fútbol, lo esencial es lo que ocurre en el césped y como siempre dice un conocido, “cuando la pelota entra, tor mundo es güeno”.