JJ Barquín @barquin_julio Lo comenté cuando saltó la noticia de la candidatura de Rafael Salas. Esa inoportuna decisión iba a traer un aspecto positivo para el club: apretar, exigir a Haro y Catalán. Y así ha sido. Tuvieron que moverse con rapidez y llegaron Setién, Serra y Sergio León. Tras ese golpe inicial, la mano de Serra ha comenzado a notarse y los nombres firmados (Barragán, Camarasa y Tello) suenan bien, bajo ese criterio de Serra de firmar jugadores que conozcan al dedillo la liga española. Además, los que se barajan también tienen buen cartel como Guardado, Pasalic, Llorente y Campbell.

Por eso, le doy mi más sinceras felicitaciones a Rafael Salas por tomar la decisión de intentar asaltar la planta noble del Villamarín. Su sarcástico delirio ha servido para apretar las clavijas a unos dirigentes, que aunque llenos de buenas intenciones han destrozado demasiados proyectos deportivos en muy poco tiempo. En fútbol, el tiempo es oro y la memoria muy corta. Por eso, deben aprender de sus errores y rodearse de profesionales más que de amigos, que ya son unos pocos los enchufaos y no es buen camino ese.

En lo que sí coincidimos todos es que la campaña que hemos tenido que soportar los béticos ha sido sombría y nefasta. Lo visto y oído durante todo el mes y medio ha sido una auténtica demostración de mala educación e infame conducta. Declaraciones subidas de tono, ataques personales, descalificaciones y promesas necias. Las dos candidaturas han empatado en ataques y descréditos, aunque en estúpidas promesas y discursos inconexos e incoherentes, Salas y su equipo han ganado por goleada.

Como diría aquel, han quedado retratados de por vida. Aunque antes de comenzar esta locura, ya se hizo una gran foto con aquellas dantescas declaraciones sobre el caso Zozulya. Ese es otro de los beneficios de la etapa electoral vivida: el desarrollo de los acontecimientos ha dejado a las claras que Salas, Romero y Alfonso no tienen experiencia, carácter y preparación para intentar ser algo en el Real Betis. Deben dejarlo por incompetencia e ineptitud. Es un alivio saber que lo han reconocido veladamente. Eso les honra.

De todo lo sucedido, los béticos deben tomar buena nota para saber que la exigencia es una actitud ineludible para crecer y llegar a ser lo que se merece una institución con esta masa social. No es necesario estar cada dos por tres preparando Juntas Generales Extraordinarias para que el consejo de administración sienta que el beticismo no se conforma con buenas intenciones y palabrería barata. Para eso, ya tenemos a Salas y compañía.