JJ Barquín @barquin_julio Este Betis no tiene un minuto de sosiego. Vivimos en un continuo sobresalto que no favorece en nada a la institución, a los jugadores y a la propia afición. Muchas de esas perturbaciones aparecen por el desarrollo mismo de la vida institucional o deportiva del club. Es, como decía el genio Antonio Martín, ley de vida. Pero lo nocivo son las revueltas o campañas orquestadas, las que se organizan para provocar agravios con el fin de sacar tajada.

Lo peor de las últimas semanas no ha sido la derrota frente al eterno rival sino la aparición de esa figura fantasmal que pulula por Jabugo y que se aparece cada vez que huele la sangre de un Betis débil y dividido. Manuel Ruiz de Lopera es un bufón y como buen clon sabe elegir los momentos para hacer ruido y hacerse notar. Sabe que en río revuelto hay ganancias y quiere pescar diluyendo sus aprietos judiciales además de elevar el caché de sus acciones de cara a un posible proceso de venta. Pero para agitar ese río, Lopera necesita de periodistas mezquinos y miserables que le hagan el juego mediático a Don Manuér y de paso desestabilizar a la institución, aspecto que saborean con infinito placer por su reconocido amor al equipo de Nervión.

Como la memoria de los humanos es efímera, debemos hacer un ejercicio de memoria para los más jóvenes y para los que tengan ciertas dudas. Lopera fue, es y será el peor presidente que ha tenido el Real Betis. Y lo es porque vino al club para descapitalizarlo y sacarle todo su jugo económico. La jueza Ayala lo confirmó ya hace tres años cuando dijo “Ruiz de Lopera consideró al Real Betis como una fuente inagotable de negocio, del que obtuvo beneficios de 25 millones de euros a través de sus empresas Tegasa y Encadesa y lo perjudicó en la misma cantidad”.

Lopera trajo al Betis una ruina que casi lo hace desaparecer y una deuda -que sigue padeciendo- que llegó a alcanzar más de 90 millones de euros. Evidentemente, tuvo algunos éxitos deportivos, pero también sumó dos descensos y muchas temporadas de mediocridad. De hecho, la clasificación media de todos sus años de presidencia fue el décimo puesto. Igualmente, hizo buenos fichajes pero también trajo al Villamarín jugadores de medio pelo y, sobre todo, se acongojo cuando Serra le pidió que diera un paso adelante con la llegada del club a Europa, algo que no habría hecho alguien que quería un “Betis grande”.

Sus últimos meses en el club fueron un esperpento continuo, donde con su desequilibrado comportamiento hizo que el Betis se convirtiera en el hazmerreir del futbol español. Sus postrimeros movimientos de venta fueron tan delirantes que ayer se supo que el juzgado número 6 de Sevilla ha decretado la apertura de juicio oral contra Luis Oliver, José León y Jaime Rodríguez Sacristán, entre otros, por un delito continuado de apropiación indebida y delito continuado de falsedad en documento mercantil. Ese es el legado y el amor que le tenía al Betis y del que ahora presume ante la prensa.

Manuel Ruiz de Lopera es una figura siniestra que, afortunadamente, fue calada hace tiempo por la inmensa mayoría de béticos, tal y como quedo claro, en la última Junta de Accionistas. Lopera vive en la mentira continua, en el autobombo y en la actuación caricaturesca que provoca vergüenza ajena. Su tiempo es pasado en el Betis y tengan por seguro que un jonky del dinero, nada más que volvería al club para una cosa: hacer grande su cuenta corriente.