Es indudable que todos llevamos un entrenador dentro. Pero no quiero utilizar este post para expresar mis preferencias tanto en el dibujo del equipo como de los elegidos para saltar al césped.  Como aficionado lo que le pido a mi equipo es actitud. A partir de eso, todo lo que surja será bienvenido. Viendo los primeros veinticinco minutos del Betis frente al Granada no pensaba en lo que estaba ocurriendo en el Villamarín, sino en lo que nos puede esperar el martes en Nervión. Si el equipo sale con esa parsimonia, sin tensión y sin agresividad, podemos volver otra vez a sufrir una nueva humillación.

Muchos pensamos que con la llegada de Poyet, el club buscaba un modelo de entrenador cercano a lo que está haciendo Simeone en la ribera del Manzanares pero hasta el momento nada de nada. El equipo sigue sin mostrar mejoría alguna y sigue cayendo en los mismos errores del pasado: apatía, relajación y una falta de intensidad que ponen en bandeja al rival las ocasiones de gol. Y eso hace que equipos más débiles parezcan grandes de Europa por la facilidad que encuentran a la hora de poder jugar y desarrollar su fútbol.

El Sevilla FC, además de ser el eterno rival, sabe jugar estos partidos y con Sampaoli ha ganado en descaro y presión arriba, lo que hará más difícil el encuentro. Por eso, el Betis debe salir a morder, a jugar cada balón como si le fuera la vida en ello para poder demostrar al rival que enfrente no le van a dar facilidades y que, si quiere ganar, tendrá que exigirse al máximo nivel.

90 minutos dan para mucho pero lo mínimo que debemos exigir a los once de las trece barrasque salga el martes por la noche es que luchen como jabatos, que se dejen la piel por ese escudo y que suden la camiseta como lo haría cualquier aficionado. Lo demás lo hará la calidad, la efectividad, la suerte o el árbitro, que de eso el rival ya cuenta con ventaja.

J.J. Barquín