Reyes Aguilar @oncereyes William Carvalho le pasó un balón que tocó hasta una decena de veces, antes de devolvérsela e irse al córner a recibirla. Fue un acto propio de un futbolista que disfruta haciendo lo que mejor sabe hacer desde que era un niño, jugar con la pelota. El mismo que dicen siempre iba con un balón en los pies lo sigue haciendo como lo hizo siempre, de maravilla, pero ahora además con ese duende que da la tierra y delante de su gente que lo seguimos sin rechistar, lleva en su corazón la humildad de saber de dónde viene y donde está, en la élite de los jugadores que se hicieron entre calles de barrio y nunca pasarán al olvido. Y en ello estaba, jugando al futbol, deleitándose con su técnica para que uno al que no le hizo gracia el toqueteo, le derribase al suelo facilitándole al otro, que se acercase a tirarle de la barba. Un gesto desafortunado, impropio de hombres serios que solo provocó una superioridad numérica que de nada les sirvió, ya que tuvieron que volverse con el león y tres puntos menos. Fekir no merece que estemos constantemente contándole faltas, tarjetas amarillas y patadas, y aunque sea cierto que reaccionó erróneamente, también pienso que para un musulmán ese gesto tuvo que ser difícil de controlar.


Salvo pulir esa anarquía de cable pelao, nada podemos reprocharle al francés, porque es mucho lo que disfrutamos de él y mucho lo que se escucha su nombre coreado por una grada que la historia verdiblanca se encargará de inmortalizar para los béticos que vendrán, así ha ocurrido con tantos dorsales mitificados en lo bueno y en lo mejor. Una afición entregada, que le aplaude cuando se acerca al córner sabiendo que es ahí donde el tiempo se detiene, mientras levanta la vista, respira y decide a quién le manda el balón. Fekir no marca goles, sino épocas, genialidades de un niño de Lyon que ahora, afortunados nosotros que le vemos de verde y blanco, se arrodilla para besar un césped que ha vivido más ocaso que gloria y que solo sueña con aferrarse a sus botas para que no pierda nunca de vista a los miles de ojos que le admiran, por donde mira el Betis de verdad. Los béticos y béticas siempre defenderán a los suyos ante la más mínima falta de respeto, un ejército de trece barras que siempre estuvo y que ahora está para arropar, aplaudir y admirar a quien ha venido para darnos alegría al corazón de cincuenta mil almas, llevando por delante la humildad de ser además, todo un Campeón del Mundo.

Foto Principal: AFP