Reyes Aguilar @oncereyes La historia bética se escribe en verdiblanco, en perfecta comunión entre la hierba y la grada. Los encargados de protagonizarla sobre la hierba son esos dorsales universales, atemporales, sin presente ni pasado porque son eternos, que se quedan en el vestuario para vestir a los mitos béticos por siempre. Y la grada, inmortalizando y reconociendo el esfuerzo y el mérito, haciendo suyos a los encargados de vivir por nosotros durante ese trozo de nuestra vida que se alterna de semana en semana, la que viaja por el universo más recóndito donde siempre habrá un bético esperando o la que se hereda, sangre bética que no cesa, que crea estirpe, tradición y sentimiento. La vida que se traslada más allá de los noventa minutos donde el tiempo se para, continúa y se prolonga a la eternidad, más allá de las fronteras, donde el eco del gol es infinito cuando traspasa la grada, cuando se cuentan entre amigos, cuando se recuerdan a pesar de los años. Cuesta quedarse con un solo gol de los que han hecho cantar a la grada, cuesta elegir aquel tanto inolvidable que cada bético y cada bética guarda tras la ráfaga cromática que deja el verde y blanco cuando levanta a la grada del Villamarín cantando un gol con nombre y apellidos. Es ahora el nombre de Juanmi, ese futbolista malagueño con cara de estudiante aplicado, de secretario de notaría o de opositor a funcionario, el inmortalizado en un cántico que muchas horas después de que aquel balón a pase de Fekir convirtiese el tres uno en hat trick aún sigue serpenteando por nuestra memoria como una nebulosa, como las sevillanas tardías del último día de Feria. A Juanmi la grada ya lo ha hecho suyo por siempre y para la eternidad y como recuerdo, se lleva ese balón con banda sonora, por estar en el sitio exacto y en el momento preciso, por devolvernos la alegría y por ser el cuarto en llegar al olimpo de los dioses del tríptico bético, unido al reconocimiento de los que sabemos que para esconder ese balón bajo la camiseta y besarse la muñeca ocho veces en Liga y dos en la Europa League, ha pasado un calvario de lesiones y el dolor del silencio. Ahora la grada corea merecidamente su nombre y hace sonreír a Pellegrini, el que mejor sabe que Juanmi tiene en sus botas el haber hecho posible que todos aquellos que tomaban el café de mamá Inés ahora, solo quieran que marque Juan Miguel.

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