JJ Barquín @barquin_julio El pasado Domingo en el Villamarín tuve durante un buen rato rondándome por la cabeza la figura del Rey emérito Juan Carlos. Ni soy monárquico, ni era el momento ni el lugar para recordar al hombre cacería. Pero su más famosa frase martilleaba mi cabeza constantemente. En 2007 el borbón le espetaba a Hugo Chávez el famoso ¿Por qué no te callas?, en la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Santiago de Chile. Yo la habría repetido varias veces durante el partido contra el Valladolid.

Un socio que tengo tras mi localidad se ha vuelto insoportable, infumable. Todo el partido corrigiendo, dando clases magistrales, opinando de todo y, sobre todo, y lo peor, descalificando a varios jugadores, entre ellos, a un campeón de Europa. Cada año la toma con varios jugadores. El año pasado fue con Setién, Francis, Kaptoum y Loren. Parece que este año, y por lo escuchado el Domingo, la cosa va a ir por Javi García, Bartra, Dani Martín y, especialmente, por Carvalho.

Al portugués le dio fuerte y flojo. Fueron los momentos donde más tuve que reprimirme para no decirle el famoso ¿Por qué no te callas? Insoportable, insufrible y, además, intolerable. Porque estamos hablando de un futbolista espectacular, lleno de recursos, de calidad, de inteligencia táctica y de valores técnicos sobradamente demostrados en el Sporting de Lisboa y en la selección lusa.

Y por lo que leo en Twitter hay muchos maestros liendres en el Villamarín. He leído muchas opiniones similares a la mía. Gente quejándose de tipos como mi amigo de localidad. Señores que, sin tener ningún tipo de conocimiento táctico y técnico del fútbol, se atreven a dictar sentencia a cada minuto. La ignorancia es muy atrevida y se extiende como las algas en verano. Estamos rodeados de maestros de la nada, genios del efecto Dunning-Kruger. Un efecto que se resume en un enunciado simple: cuanto menos sabemos, más creemos saber.

Un efecto peligroso pues es un sesgo cognitivo por el que las personas con menos capacidades o conocimientos tienden a despreciar dichas capacidades y se dedican a opinar sin tener ni idea. Además, no se limitan a dar su opinión si no que imponen sus ideas como si se tratasen de verdades absolutas, haciendo creer que los demás son incompetentes cuando, en realidad, es al revés. El efecto surgió de un estudio realizado por el profesor de psicología social de la Universidad de Cornell, David Dunning y su compañero Justin Kruger. Los dos tendrían un buen campo de pruebas en el Benito Villamarín.