Manuel Rey @ManuReyHijo Soy partidario de Quique Setién, de su fútbol y, sobre todo, de su sinceridad. Lo he dicho muchísimas veces públicamente en foros con afines, en tertulias con personas que opinan lo contrario y en artículos publicados en esta misma fuente o en redes sociales. Lo dejo claro, una vez más, antes de continuar escribiendo.

No nací siendo del Betis, sino que me hice seguidor del Glorioso cuando vine a Sevilla hace 33 años. Me atrajo nuestro club por la gente llana y sencilla que lo defendía y por la voluntad inclusiva de los aficionados que comenzaba a conocer. No tenía nada que ver con el juego, ni con las victorias, ni con los años de historia, ni siquiera con el maravilloso color de nuestra chamarra.

Llevo casi 30 años de socio ininterrumpidos, siendo mi primer  carné el de la temporada 89-90 con el equipo en segunda división. Comenzó de entrenador ese año Juan Corbacho y terminó, si no recuerdo mal, el gran Julio Cardeñosa. Jugaban en nuestro equipo Miguel Ángel I y Miguel Ángel II, Ureña, Chano, Pepe Mel, Puma Rodríguez, Trujillo, Rubén Bilbao, Zafra, Job, etc. Una plantilla que, desde luego, difiere mucho de la actual.  

Preferí el verdiblanco, como pueden comprobar, no por la plantilla ni por la categoría en que militábamos, sino porque aquellos que orgullosamente lo llevaban en el corazón me mostraban generosos un camino por el que transitar donde no había listos ni tontos, donde no se diferenciaba a la gente del pueblo ni de la capital, donde no se tildaba al compañero de carajote o palurdo en función de la opinión que se tuviera sobre el fútbol que el Betis hacía en cada partido.

Me hicieron Bético mis compañeros de Los Palacios, de Dos Hermanas, de Alcalá, de Utrera, de Écija, de Carmona, de Montellano, de Zafra, o de Villanueva de la Serena, y también alguno de Sevilla capital, entre otros. Eran gente como yo, personas que se sentían atraídas por una gran casa donde todo el mundo era bienvenido y bien tratado por aquellos que ya la habitaban desde hace muchos años.

Quizá hayamos cambiado en estas tres décadas a las que me refiero. Percibo voces entre nuestras filas que califican cualquier tiempo pasado como mejor en lo que a nuestra afición respecta. Silbidos a jugadores, técnicos y dirigentes se han escuchado en nuestro estadio desde hace muchos años, tanto a profesionales que han sido de nuestra cantera o que han llegado de otros clubes, indistintamente. Un poco más o un poco menos, la verdad es que no lo sé. Pero no es nada nuevo.

No soy amigo de mostrar nuestro descontento silbando a los profesionales que nos defienden en el campo mientras el partido está en juego, aunque reconozco que en más de una ocasión yo mismo lo he hecho (y quién no). Pero siendo esto así, debo manifestar que aún me gustan menos algunas posiciones elitistas de compañeros que aplican un particular beticómetro para definir quién es mejor o peor bético, en función de su nivel formativo o del grado de coincidencia de su opinión con la propia sobre entrenadores o jugadores.   

Si silbas a Fulanito no eres bético, no tienes ni idea de fútbol y eres un cateto. La paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Si se ve la ausencia de educación en los silbidos a un profesional, supongo que se admitirá lo mismo si se abronca, menosprecia y se otorgan los calificativos antes señalados a compañeros de religión verdiblanca cuando ejercen su derecho a manifestarse públicamente de ese modo en el estadio. Respeto, por supuesto y siempre, a técnicos y jugadores que defienden nuestra camiseta. Pero respeto también en el estadio o en tertulias para todos aquellos béticos que en un momento determinado y dentro de los límites del buen orden, muestran su malestar silbando por lo que ven en el césped.    

Concluyo con una petición de paciencia y de tolerancia que deben ser expresadas públicamente, virtudes cuya consideración a lo largo de estos años nos han hecho grandes. Paciencia a los aficionados con nuestros jugadores y nuestro técnico, intentando evitar comportamientos y situaciones en el campo que nos perjudican objetivamente. Del mismo modo me atrevo a solicita tolerancia con cada uno de los béticos que asisten a nuestro estadio al margen de lo que opinen sobre el fútbol que en cada momento desarrolla el equipo, e independientemente del perfil económico, demográfico y sociocultural que cada uno posea o a cada uno se le suponga.

Humildad, tolerancia y respeto con todos y entre todos. Así ayudaremos a que el Glorioso siga siendo, como a lo largo de su Historia ha sido, la casa de todos los béticos, sean de donde sean y piensen como piensen.