JJ Barquín @barquin_julio Todos los organismos futbolísticos, tanto mundiales como europeos, vienen trabajando desde hace tiempo en generar comportamientos de respeto y educación entre los aficionados que acuden a los estadios de fútbol. La loable y exigible pretensión que persiguen los gerifaltes balompédicos es impedir malos comportamientos entre las aficiones, fundamentalmente, por el ambiente casi bélico y violento que se había adueñado de la gran mayoría de estadios en el mundo. Por esta razón, las campañas de la FIFA, UEFA y Federaciones nacionales son necesarias para mostrar los valores que deben presidir y acompañar a este deporte.

Pero después de ver el partido del pasado Domingo en el Villamarín, una pregunta me asalta la mente desde que uno de Toledo pitó el final del encuentro. ¿Qué hacemos con los provocadores que se visten de corto y saltan al campo? Me refiero, como habrán adivinado, a Alex Vidal que durante todo el encuentro tuvo un comportamiento gesticulante, chulesco y provocador, que tuvo su máxima expresión cuando celebró su gol con los pericos. Recorrió toda la banda de gol norte con la mano en la oreja y con una expresión desafiante ante el público.

¿Qué habría pasado si algún aficionado, en un momento de ira, hubiese arrogado un objeto al jugador a lo largo de su desafiante carrera? Coincidiremos todos en que debería caer el peso de la ley por una acción improcedente y peligrosa para la integridad del futbolista. Pero, también coincidiremos en que los gestores del fútbol deberían plantearse que es necesario perseguir las conductas y actitudes provocativas e impropias de muchos futbolistas que se creen con derecho a todo cuando pisan el césped. Son jugadores que buscan calentar el encuentro y generar un ambiente agrio y violento entre los aficionados, con el fin de ganar en río revuelto. De hecho, en algunos momentos se oyeron cantos surgidos de las gradas tan improcedentes como el proceder del jugador. Acción, reacción. Lo que se debe evitar a toda costa.

Los futbolistas son los grandes actores de este circo llamado fútbol, pero también tienen comportamientos inapropiados que deben ser señalados, corregidos y, si hay reincidencia, ser castigados. Por el bien del fútbol y de la madurez en la conducta en las gradas, no se deberían permitir más este tipo de episodios que elevan la temperatura de un partido, llevándolo a un punto donde se pueden generar situaciones delicadas que, con total seguridad, derivan en actos nocivos e impropios.

El fútbol debería ser territorio abonado a valores muy distintos de la provocación, la zafiedad o la grosería. Sobre todo, porque no hay nada más bonito que celebrar un gol con tus compañeros, disfrutarlo, saborearlo y olvidarte del mundo por un momento. Quien busca revolver el pasado es un pobre desamparado de mente que disfruta provocando el odio en los demás. Y ya lo dijo el filósofo francés Blaise Pascal, “los humanos son la gloria y la escoria del universo”.