Reyes Aguilar @oncereyes Esas trece béticas, las trece socias más veteranas del Real Betis Balompié, posiblemente a muchos hayan hecho béticos sin darse cuenta, solo compartiendo el sentimiento de quien ofrece lo que se ama. De ellas habrá aflorado el recuerdo inexorable que cada bética tiene adherido, componiendo las piezas de su propio Betis, entrelazado a las trece barras como parte de ellas mismas, de su identidad, su razón de ser y de ese orgullo que les ilumina la mirada cuando el verde y el blanco se presenta en cualquier tesitura de la vida. Es ese mismo brillo el que asoma en los ojos de tantas béticas anónimas con las que coincido por el sendero verdiblanco de mi vida; hijas, esposas, madres, hermanas o abuelas de béticos y béticas que engrandecen un sentimiento poderoso e intrínseco a la lucha, a ese instinto del Manquepierda que defiende lo indefendible cuando la adversidad se pone en contra. Ellas, las trece béticas veteranas representan a las tantísimas béticas que nos antecedieron, sabiendo que nos forjaron para seguir transmitiendo el adn bético desde la sangre, testigo para las que nos precederán.

Emociona y enorgullece verlas en el vestuario del Villamarín, luciendo esa solera bética asida a un corazón que late a la bim, a la bam, a la bim bom bá, de un beticismo romántico y porque sí, de transistores, de tranvías, de ascenso en Burgos, de Rogelio, Del Sol, Finidi o Cardeñosa, de marcador de Gol Sur o de televisores en blanco y negro por donde se colaron los nervios y los penaltis de aquella noche de verano del 77; historias que se les habrán oído mil veces llenas de emoción, sufrimiento y alegría, de  toda una vida de fidelidad al verde y blanco.  

Mi beticismo es el que es por una abuela bética que me habló de Andrés Aranda, de Timimi y de ese Betis de apellidos vascos que conoció su padre, un acomodador del campo de las tablas verdes, así como por una legión de béticas que me rodean y afianzan mi sentimiento con entusiasmo y humildad en los despachos, en los alfileres verdes y blancos de las azoteas, en los consejos de administración de las grandes empresas, en los delantales, en las cocinas, en las cátedras de Universidad o en las cunas de los que nacen al sol de Heliópolis; béticas valientes, profesionales, amas de casa y de cualquier parte del mundo unidas por el denominador común de ese Betis de arrullo entre los brazos, de historias, de mano agarrada fuerte camino al Villamarín, de cánticos y de bufandas tejidas con orgullo, de herencia y tradición, ese matriarcado bético representado en esas trece béticas y en sus camisetas rotuladas con la ternura, la lealtad, el señorío, la humildad y la sevillanía, dueñas del honor y el privilegio de perdurar y engrandecer la estirpe de tantos béticos y béticas que nacen; que no se hacen.

Foto Principal: realbetisbalompie.es