Reyes Aguilar @oncereyes Si quieres saber qué es el Betis, primero has de saber cómo explicarlo. Así comenzó la interesante conversación con un aspirante a sociólogo que lleva el adn verdiblanco adherido de cuna por aquello del de padres a hijas o de abuelas a nietos. El Betis puede ser, debe ser y es muchas cosas, todas difíciles de enumerar y de explicar, a la par que algo nuestro que nos identifica; ese equipo anárquico que gana de la misma manera que pierde, cuando quiere, una tradición, un pellizco, un recuerdo imborrable ligado a un nombre, a un lugar, a una fecha o a un ser querido. Es lo emocionante, el sentido de pertenencia, de identidad, el entusiasmo en los corazones y aquello que nos agarra, nos aferra y nos une a lo extraordinariamente fascinante, un sentimiento con el mismo denominador común, ser béticos. 

No podremos saber qué es el Betis centrándolo en las limitaciones de un club deportivo, el Betis es más que el propio Betis, más que los jugadores, más que su Villamarín, más incluso que su propio escudo. El Betis son sus béticos, legión de almas que componen su afición plural, multicultural y diversa, con sus hechos históricos, su ideología, su idiosincrasia y su bagaje. Privilegiados todos aquellos que nos englobamos dentro de ese concepto abstracto que es el sentimiento bético, aquel que para cuantificarlo habría que desgranarlo; lo futbolístico, lo sentimental o lo comercial, ¿qué sería de nosotros si además en lo futbolístico fuésemos sobresalientes? Ahí están algunas de las inexplicables razones. La más reciente, ese Betis caballo del Cid Campeador que tras el Elche, llegó a Barcelona dispuesto a arrasar convirtiéndose en el caballo de cartón del retratista para que Messi se hiciese la foto, aunque ya se me olvidó el paradón de Bravo, el ilusionante estreno de Rodri, el gol de Loren, siempre Loren y que pese a diez, solo fueron cinco. 

Manque Messi, manque los árbitros y manque a algunos que se visten de verde y blanco y parecen no saber dónde están, como bética solo me queda el poso de sentirme diferente al no encontrar justificación a mi afirmación de que a mí no me gusta el fútbol, que solo me gusta el Betis. Seguiré sin encontrar respuestas a que pese a todo, sigamos ilusionándonos, será por el pellizco solamente con oír su nombre o esa suerte de utopía que es formar parte de ese bendito e inexplicable Real Betis Balompié, manque todo lo demás.

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