JJ Barquín @barquin_julio Hemos pasado de la era de la información a la era de la desinformación. Es la mejor reflexión que ofrece el documental sobre las redes de Netflix. Se lo recomiendo para observar en lo que nos hemos convertido. Y en esas estamos cuando analizamos el universo verdiblanco. La mayoría de los periodistas de esta ciudad buscan el mensaje radical, generar confrontación o incitar a la provocación en busca de likes o de multitud de seguidores vacíos. Poco les interesa el receptor que se encuentra al otro lado. Ese es el momento que vivimos y del que deben huir los que todavía siguen prestando atención a esa panda de personajes que viven en un constante ayuno de credibilidad como dijo acertadamente Luis Carlos Peris.

El periodismo sevillano es un lodazal. Un perfecto ejemplo de degradación moral, donde se muestra sin pudor la deshonra de una profesión prostituida hasta límites insólitos. Y una situación así merece una revolución absoluta. Y esa sublevación pasa por no consumir dichos prostíbulos periodísticos. Lo dije hace más de un año y los acontecimientos me dan la razón. Dejen de consumir basura y escojan con inteligencia que tipo de información comprar relativa al Real Betis. Asiste uno con desolación a las estupideces y mentiras que se publican en las redes con la intención de buscar una notoriedad sucia y efímera, aunque para ello se mienta o se inventen rumores a diario.

Pero lamentablemente no solo el periodismo profesional de esta ciudad está instalado en una profunda crisis. También algunos aficionados que pululan por el universo de las redes han traspasado los límites de la decencia y el buen gusto para convertirse en justicieros baratos o verduleras deslenguadas. Tampoco ese es el camino por mucho que lo defiendan o se vanaglorien de vez en cuando. Por no hablar de los mal llamados exigentes que derraman sus insultos, su perversidad y su irracional odio contra los que no piensan como ellos, buscando satisfacer interés ocultos y sucios. Sería mucho más fácil que tomaran conciencia de los que son y se hicieran hinchas de la Bombonera, donde todo es brillo y esplendor.

El beticismo se defiende haciendo Betis por donde uno va; renovando el abono a sabiendas que no se podrá ver fútbol en el templo de la Palmera; leyendo los artículos de mi querida Reyes Aguilar; recordando las tardes de fútbol con los familiares o los amigos en tu localidad; echando de menos a los que se fueron y nos enseñaron el camino; recordando alineaciones de otros tiempos y goles míticos; ampliando conocimientos de nuestra historia con los recortes del estimado Alfonso del Castillo; llorando con aquellas tardes contra Tenerife o Deportivo y disfrutando con lo vivido en el malogrado y añorado Vicente Calderón. Y también criticando lo que podría hacerse mejor, pero sin compararse con nada ni con nadie.

Como dijo mi apreciado José Montoro, el Betis es un sentimiento que es todo, además de un club de fútbol. Puede que por esa razón nuestra historia sea una contradicción continua como lo es la vida. Eso nos ha hecho más fuertes. Basta con pensar que los héroes del 35 ni pudieron festejar el título de Liga por la llegada de una guerra entre hermanos. Siempre hemos sido luz y sombra, blanco y negro, gloria y decepción. Una contradicción permanente, donde nunca se necesitaron trofeos para seguir sintiendo eso que late en cada corazón verdiblanco.

Foto Principal: realbetisbalompie.es