JJ Barquín @barquin_julio Han pasado varias horas y quien escribe prefiere hacer una reflexión que la crónica del partido. Antes que nada quiero pedirle disculpas al compañero Pablo Caballero y a los lectores por comprometerme a hacer la crónica y al final no hacerlo. Pero después del dantesco espectáculo visto ayer y durante toda la temporada, he preferido dejar pasar unas horas para calmar la pluma.

Duele ver cada partido del Betis. El encuentro de ayer fue un nuevo esperpento, una nueva demostración de que el Betis es un equipo de mentira. Es un grupo de jugadores que se creen que con el nombre se gana y pululan por la liga con mucha pena y ninguna gloria. Lo visto ayer fue la viva imagen de un año horrible, lleno de expectativas que se han ido por el desagüe de la vergüenza y el sonrojo al ver de lo que poco que ofrecen la gran mayoría de los componentes de esa plantilla.

Ha sido un año decepcionante, hiriente para todos aquellos que profesan la religión verdiblanca. Un año durísimo que va hacer mucho daño en el beticismo, porque lo que ofrece este conjunto de jugadores es para pensarse seguir apoyando este bodrio futbolístico. La sensación generalizada de los béticos es de absoluto desencanto y profunda desesperanza. Y lo es porque pensábamos que teníamos un Ferrari y hemos estado toda la temporada sentados en un cuatro latas viejo y roído. Lo menos que se le debe exigir a un equipo es lucha, entrega y darlo todo sobre el césped. A partir de ahí, todo será bienvenido.

La mentalidad del club debe cambiar porque no es de recibo competir dos partidos y dormitar treinta y seis a lo largo de todo el año. Esta afición no se merece tanto ultraje y tanta ofensa por unos llamados futbolistas que se han estado riendo del escudo todo el año. Pellegrini tiene demasiado trabajo. Y esperemos que sea para cambiar esta dinámica mediocre en la que se ha instalado la gran mayoría de trabajadores de este club.