Armando Rendón @armandoren Conozco a James desde 2014 gracias a la publicación de su libro biográfico, “Instrumental: Memorias de Música, Medicina y Locura”. A partir de ahí, comencé a seguirlo en redes, a disfrutar su faceta artística, pero especialmente a seguir esa vertiente personal reivindicativa de lo justo, absolutamente enamorada de nuestro país, al que no deja de alabar, admirar y sobre todo agradecer la acogida que ha tendido con un “guiri”.

James es, al igual que el bueno de Michael Robinson, un buen tío que ha encontrado entre nosotros su sitio, seguramente porque la calidad de vida de nuestro país, como han dicho ya varios estudios objetivos, posiblemente sea de las mejores del planeta. James, es una referencia mundial en lo relacionado a música clásica y a su especialidad como piano solista. Pues bien, este despeinado admirador de Bach, vaya usted a saber por qué, ha decidido entregar su lado izquierdo del pecho a pregonar su fe en verdiblanco, su fe en el manquepierda, su firme creencia en el Betis.

Y es que uno, al igual que no es de donde nace sino de donde decide ser y vincularse, es atrapado por un sentimiento del que no tiene ni idea donde puede aparecer o florecer. Llámenle atracción, llámenle amor o llámenle creencia. Los béticos sabemos mucho de eso, de no so saber muy bien “por qué”, pero tenerlo a la vez meridianamente claro. James es un luchador vital, una buena persona que ha sufrido lo que nadie debería sufrir jamás, pero que a la vez ha sabido resurgir, superarse y luchar por lo que cree, denunciándolo para que nadie vuelva a sufrir lo que él. Esos niños que ondean nuestra bandera en las previas de cada partido, tienen un defensor de su integridad en un señor que viene de las islas de los hijos de la Gran Bretaña, pero que ya parece que ha nacido en la calle Betis de Triana. Nació para vivir en el “manquepierda” y el “manquepierda” lo ha acogido entre los nuestros.

James, ya es otro de nuestros embajadores, como los hay repartidos por cualquier rincón del planeta. Es otro de nuestros “locos del universo”, que pregonan una fe que no discrimina entre clases ni cunas. No se si Bach se hubiese hecho del Betis, lo que sí sé es que, dentro de nuestra infantería de primera línea, se ha colado un prodigioso artista de renombre mundial, y que con la humildad de uno más, ha abrazado la fe bética, absolutamente atrapado como si el Betis fuese su Hamelín que tras los sones de “For Elise” del maestro alemán lo hubiese conquistado para siempre, y de donde ya no se puede escapar.